
Vivir y trabajar en Madrid hace que muchas veces se te olviden las cosas buenas que tiene la ciudad. Así que, de vacaciones hemos aprovechado para hacer de turistas por Madrid. Primero un brunch en el Edificio España y después la parte más interesante, la visita al museo del videojuego OXO.
Lo primero que me sorprendió cuando lo abrieron es que estuviera tan céntrico, pegado a la Plaza de Callao en un palacio Isabelino del Siglo XIX que fue la sede de la librería La Central, ahora justo enfrente.
A los que nos gustan los videojuegos, un museo del medio es una de las grandes aspiraciones, así que fui con mucha ilusión y unas altas expectativas.
Hay que aclarar que es un museo interactivo, es decir, hay máquinas que son de 1958 como la precursora de los videojuegos Tennis for Two hasta la Switch 2 de hace apenas tres meses, y se puede jugar con ellas.
Pero no es un salón de recreativos puestos en orden cronológico. Es una selección muy buena pero no es para que pueda estar mucha gente jugando al mismo tiempo y por tanto lo han enfocado en una duración determinada de la visita, dos horas, y una hora de entrada.
En eso se distingue del museo de Ibi que me da la impresión de que tiene más máquinas y el pase es para el día entero.
Sin embargo, después de estar en el OXO, he de decir que, por un lado lo de las dos horas es relativo porque nos dijeron que podíamos estar todo el tiempo que quisiéramos. Imagino que se cumplirá los días en que haya mucha gente porque, por otro lado, las dos horas es un tiempo adecuado para recorrerlo y jugar a todo, aunque nosotros nos entretuvimos un poco más y, sobre todo, no tuvimos que hacer colas para jugar y pudimos jugar a todo, que eso en Ibi también pero sí recordaba más a ir a los recreativos y tener que esperar a que terminaran de jugar.
El museo comienza por el principio antes del principio, como decía antes, con el Tennis for Two y de ahí pasa al PONG, continuando el recorrido por la evolución de las consolas. Estuvo muy bien jugar al Pitfall en una Atari 2600. Solo comentaré algunos de los juegos que toqué, pero cada época está muy bien representada.
Así, consolas de la época de Atari como la Vertrex Odyssey o la Colecovision estaban allí y después pasamos a los ordenadores de 8 bits con una Amstrad CPC 464, un Commodore 64 o un MSX puestos para jugar. Me gustó que el modelo que eligieran fuera el Hit-Bit de Sony, que era el que yo tenía aunque en plateado.
De ahí pasamos a las consolas de 8 bits con la NES o la Master System, pero también la Famicon y otros modelos que solo había en Japón.
Continuaban los de 16 bits dónde podías jugar a Super Mario World o a Streets of Rage. Me gustó que estuviera la Mega Drive original, que es la que yo tengo, pero también la Maga Drive 2, bastante más pequeña. También ver, además de la Super Nintendo, la Super Famicon y muchos de los accesorios.
Una de las cosas que destacaba era un Virtual Boy, la primera consola 3D de Nintendo.
Así siguieron con las consolas de 32 bits, de 64, de 128, de 256 o las actuales.
Otra parte muy interesante es la de las máquinas arcade.
Space Invaders, Pacman, de los primeros tiempos, a Street Fighter II, Mortal Kombat, Tetris o Silent Scope de la edad de oro de los billares a Lugi’s mansión.
Me gustó mucho encontrarme con la máquina de Star Wars, la que tenía los gráficos vectoriales. La jugué en su momento en unos recreativos de Moncloa que me quedaban cerca del instituto y sigue siendo sencilla y muy divertida.
Incluso había un Pong electromagnético en formato mesa para dos personas.
Uno de los sitios más especiales es “la capilla”. Situada en la capilla del palacio, está dedicada a grandes creadores que cambiaron el género. En este caso a Hideo Kojima.
La siguiente planta está dedicada sobre todo a las exposiciones. Actualmente a los 30 años de PlayStation y es un recorrido enorme desde la PlayStation hasta la PlayStation 5.
Incluso hay una cabina con un volante, pedales y Gran Turismo 7.
Pero por el camino, se puede jugar a Tomb Raider, Silent Hill, Crash Bandicoot, God of War, Uncharted 4, Elden Ring y muchos, muchos más.
No he hablado de la decoración pero está muy bien ambientado, mucho neón, cuadros en las paredes como la portada de Camelot Warriors de Alfonso Azpiri.
Además de los equipos puestos para jugar había muchos más que se mostraban. Todo esto acompañado de carteles con explicaciones, cronogramas o biografía de grandes personajes como Nolan Bushnell o Satoru Iwata entre otros.
Pasada la exposición llegábamos al final del recorrido dónde estaban las tres consolas actuales pero lo importante era una instalación en VR. Recordaba a una fila de butacas de cine como las de la película Matiné de John Landis, motorizadas y con distintos efectos. Podías elegir entre una de las múltiples películas. Te sentabas, te daban un casco VR y en nuestro caso recreaba el vuelo de Aladdin en una alfombra voladora.
Estuvo bien, aunque no es tan impactante si tienes las Mata Quest 3 en casa, pero que el asiento siguiera los movimientos de la película ayudaba mucho en la inmersión.
Aunque la forma de irse con un gran sabor de boca era la cabina Star Wars Battle Pod que es impresionante por la capacidad de inmersión. Consigue un poco más de inmersión que Star Wars Squadron pero andan muy parejos. Si gana el arcade es porque cuentas con un Hotas y un Joystick para poder controlar el X-Wing, mientras que Squadrons se controla con el ipad y pierde algo de inmersión por ello. A cambio es más variado este último.
De cualquier manera, es un final de visita brutal.
El museo, con muy buen tino tiene una cafetería, puedes comprar bebidas que con los 41 grados que tuvimos el sábado era una necesidad, y una amplia tienda.
Es muy variada y tiene desde camisetas a libros pasando por figuras, tazas y mil cosas más. De todo excepto videojuegos, lo que a primera vista es rarísimo porque son un museo del videojuego y, es más, Kaiju, la empresa propietaria, también tiene Kaiju Studios, ellos mismos hacen juegos.
Como recuerdo de la visita compré Console Wars, que era un libro que llevaba años buscándolo y ahí estaba entre muchos otros.
Además nos regalaron un par de tazas del museo.
Así que casi todo bien. Como parte negativa, el precio de la entrada porque vale la pena pero es cado.
Por otro lado, lo que sí me dio más pena fue que no funcionaba bien el joystick de la Atari 2600 ni se podía jugar con el MSX. Tampoco con el Virtual Boy y alguna máquina más estaba fuera de servicio.
Es comprensible porque al ser interactivo y utilizarlo tanta gente que se estropee algo es normal, pero no deja de ser una lástima.
En definitiva, una visita estupenda y con un buen aire acondicionado.
Saludos fremen















Gran repaso. Tenemos pendiente ir.
Si repites, ya sabes a quien llamar 😛