Ya sabéis que este no es un blog exclusivo de videojuegos sino que procura abarcar diversas manifestaciones de la cultura popular. Sin embargo, no es menos cierto que los videojuegos ocupan una parte muy importante en mi vida desde hace muchísimos años.
Como consecuencia de ello, me preocupa la preservación de los videojuegos y recientemente en el podcast El Batallón Pluto pudimos hablar con la Jefa de servicios audiovisuales y encargada de la preservación del videojuego en la Biblioteca Nacional. Fue un momento realmente importante porque vimos que hay ganas y claridad de ideas para preservar los videojuegos.
Antes de que se empezara a tomar conciencia por parte de las instituciones siempre he echado de menos que las compañías tomaran conciencia de que sus juegos eran más que un producto, que eran cultura, que tenían importancia y que se debían guardar.
Afortunadamente la escena PCera lleva décadas poniendo a disposición de quién le interese roms de juegos antiguos y emuladores que permiten jugarlos aunque las compañías que crearon esos juegos hayan desaparecido o simplemente no les interese mantenerlos.
Esto es algo más sencillo con los videojuegos que son software pero ¿qué sucede con las Máquinas Arcade?
Yo soy uno de esos críos que iba a los recreativos a jugar. Teníamos al lado del instituto unos billares con sus futbolines y sus recreativas. Lo recuerdo oscuro y cochambroso, regentado por un señor mayor que daba toda la grima del mundo. Mis recuerdos parecen sacados de un anime, lo sé, pero es así como los recuerdo, jugando al Galaga en ese sitio e infinitas partidas de futbolín.
Afortunadamente, vivía al lado de La Vaguada, un centro comercial de Madrid que tenía los recreativos más grandes que he visto nunca, New Park. Allí jugué al Shinobi, al Virtua Striker. Allí me acabé la máquina de Dragon Ball con una sola moneda. Siempre tenían las últimas máquinas como el Mad Dog McCree, los VirtuaCops, Terminator II, máquinas de realidad virtual cuando tuvo éxito la película «El Cortador de Césped». Los muebles de coches. Era un sitio espectacular.
Al Street Fighter II lo jugué en una hamburguesería que había en la plaza. Es curioso después de tantos años acordarse dónde has jugado cada máquina.
El OutRun en una cafetería que había en Fermín Caballero.
El Elevator Action en otra de las cafeterías de esa calle, esta en la urbanización Tirma
Sin embargo, los primeros juegos que jugué fue en la cafetería El Lobo que está, creo que aún sigue, en Príncipe de Vergara. Allí jugué al Asteroids y al PacMan.
Me encantaban las máquinas recreativas.
Sin embargo, como sabemos, las consolas mataron a los salones recreativos y, aunque aún llegué a los estertores del último que quedaba por Vicálvaro, en el centro comercial de Valdebernardo, también lo vi cerrar y como máquinas como Virtua Striker 2002 pasaron a una casa de apuestas para que las terminaran quitando.
Esos juegos eran geniales, divertidos y era muy emocionante jugar en esas máquinas preparadas para la ocasión. Dudo mucho que haya algún jugador de recreativos que, a pesar de todas las consolas y ordenadores que haya tenido en su vida, no quisiera tener una máquina Arcade en casa.
Hace unos tres años vi que se inauguraba el Museo del Videojuego Arcade Vintage de IBI. En el Batallón lo acogimos con mucha alegría e incluso pensamos en ir allí y grabar un programa. Sin embargo la pandemia de Coronavirus frustró nuestros planes y quedaron aparcados para mejor ocasión.
Pero el museo ya existía y no me olvidé de él. Recientemente en Filmin se ha estrenado el documental que habían rodado gracias a un exitoso Kickstarter: Arcadeología.
En este documental se habla de la preservación de los videojuegos desde distintos puntos de vista pero creo que lo más interesante es, como 30 años después, hay gente que busca, recoge, repara, restaura y vuelve a hacer funcionar esas máquinas de la niñez y anteriores.
El trabajo que hay, el mérito increíble que tiene no se puede comprender si no se ve y, además, el documental va más allá y se ve cómo todo ese mérito de recuperar máquinas arcade y pinballs cristaliza en un propósito, el Museo Arcade Vintage de Ibi.
El museo está situado en la antigua fábrica de juguetes Rico y en el documental se ve la transformación de la misma.
Cuando hace once días estuvimos allí, fue algo increíble, casi mágico. Los museos te hacen viajar en el tiempo, claro, pero este lo hace de una doble manera inaudita.
Lo primero que sientes al entrar en la sala dónde están esos cientos de máquinas es que has viajado a unos recreativos. La gente en las máquinas jugando, hileras de ellas con sus vinilos, sus juegos y sus jugadores. No te sientes en un museo, te sientes que has vuelto a unos recreativos. La tentación de echar mano al bolsillo a por una moneda es automática.
Después te das cuenta de que sí, pero que es mucho más allá porque empiezas a recorrerlo y te das cuenta de que en realidad tienes la historia del videojuego en máquinas arcade. Todo eso que aprecen unos recreativos también son los juegos desde el principio con la máquina de Pong hasta máquinas muy recientes como Maldita Castilla u Horizon Chase Turbo.
Pero el gran mérito que tiene es que estén allí reunidas y funcionando sin darle mayor importancia, al alcance de padres y madres y de sus hijos de todas las edades que estaban allí pasando de una a otra, cuando detrás hay una labor de arqueología y restauración ímproba.
Disfruté muchísimo. Pude jugar de nuevo a muchas de las máquinas que citaba antes cuando era niño y no tan niño y probar algunas que no recordaba haberlas jugado, clásicos primigenios como Joust o Missile Command, juegos que eran impactantes en su momento como After Burner, algunas más recientes pero divertidísimas como Virtua Tennis, o jugar en el mueble que recreaba un deportivo en OutRun 2, cargarme un Tiranosaurio Rex en Jurassic Park 2 The Lost World.
Fue fantástico pero, una vez se te pasa el impacto, te das cuenta que el museo es mucho más. Tiene toda una sección de Pinballs en los que mi mujer disfrutó un montón.
Por otro lado, no se queda en esto sino que tiene una espectacular exposición de consolas y microordenadores, muchos de ellos disponibles para jugar. Así pude jugar en un MSX2 al Salamander con un Joystick de la época.
Todo esto es tan genial como lo cuento, pero es que, además, hemos tenido la suerte de ir cuando tenían una exposición dedicada a Monkey Island con motivo del aniversario y la publicación de Los Misterios de Monkey Island. La ubicación de la misma no es la ideal, no se puede negar, es un pasillo más o menos ancho con los servicios a un lado y los paneles justo enfrente, pero la exposición en sí está muy bien con una muestra de las distintas ediciones de Monkey Island en particular y de los juegos de LucasFilm Games en general, así como una máquina recreativa de Monkey Island con un teclado y un ratón integrados.
Es realmente maravilloso ver en qué ha cristalizado la pasión y el conocimiento de esta gente para crear algo tan increíble como el Museo Arcade Vintage de IBI.
Si tenéis ocasión, no os lo perdáis, merece la pena y es sin duda alguna el museo más divertido de España.
Saludos fremen