Barcelona, 1913. Max Prado es la única hija del ingeniero judío Víctor Prado, quien ha fallecido en extrañas circunstancias. Max hereda la fortuna de su padre, pero también una curiosidad insaciable, un carácter indomable y, sobre todo, una colección de enigmas inexplicables.
Max, más conocida como Curiosity, se ve envuelta en la búsqueda de un invento de su padre basado en unos diseños antiquísimos de un traductor universal, convertido para la ocasión en una máquina para cifrar comunicaciones. Un remedo de máquina Enigma pero con un origen mucho más romántico y adelantándose varias décadas a su invención. Es emocionante y en este primer tomo plantea las bases de la historia, la frustración de no conseguir lo que Max busca, lo bien que lo lleva y los hilos que quedan abiertos, esbozos de historias de personajes interesantes de los que no se vuelve a saber.
Los dos siguientes tomos pasan a dar más importancia al personaje de Luna, una mujer inmortal que ejerce de anticuaria, amiga del padre de Max. Se asociarán Max y Luna para llevar la tienda y buscar objetos interesantes, como La Mesa de Salomón, que la llevará durante este volumen y el siguiente a viajar a Toledo y Jaén en su búsqueda.
Todo esto trufado de persecuciones, un rival que busca lo mismo que ella, la Iglesia buscando a quienes traicionan la fe y una soberbia ambientación del Madrid de 1915. Es estupendo ver los dibujos de Montse Martín plasmando la calle Arenal y el pasaje de San Ginés. La Curiosity Shop está justo ahí ubicada y con el mismo diseño, o muy parecido, al que tiene la librería de viejo que existe ahí.
El dibujo es muy bueno, muy fluido en las escenas de persecuciones o de acción en general y muy expresivo para transmitir las emociones.
El guion está plagado de buenas ideas pero deja muchos hilos sueltos. Hilos que posiblemente pudieran retomarse en el futuro porque el tercer tomo, por mucho que ponga integral en el lomo, queda muy abierto a la espera de un cuarto tomo que no tiene pinta de que vaya a llegar.
En la primera Feria del Cómic de Madrid cuando le preguntaron a Montse Martín, dijo que no, que Teresa Valero estaba a sus cosas con Contrapaso y que no seguiría, así que estos tres tomos son lo que hay y están muy bien, tienen todo el sentido de la maravilla y la aventura que se le puede pedir a un cómic, las tramas principales quedan cerradas, aunque quizá no tan bien como le hubiera gustado a la protagonista, pero hay muchas ideas en estos tres tomos que no quedan resueltas en ellos.
Muy recomendable, porque la edición es estupenda, muy grande, tapa dura, buen papel y una cantidad enorme de extras en forma de bocetos e ilustraciones de Montse Martín que en la edición inicial en tomos de Glenat no estaban.
Se echa de menos un buen artículo para contextualizar el cómic, pero realmente no se le puede reprochar nada a la edición de Norma.
Saludos fremen