Algo está cambiando en los videojuegos y es algo bueno. No me refiero a mejores gráficos ni a nuevas mecánicas jugables, que de ambas cosas hay muchos ejemplos. Me refiero a que hay juegos que están buscando algo más que entretener. Entretener no tiene nada de malo, jugar a un Mario o a un FIFA es divertido y entretenido y eso está muy bien.
Pero también está muy bien una nueva tendencia que busca llegar más allá del entretenimiento, hacernos pensar e incluso tocarnos un poco el corazón.
Reconozco que durante años ningún juego me ha hecho llorar. No llegaron nunca a despertar mi empatía a pesar de que muchos de ellos. Sin embargo, de un tiempo a esta parte ha habido un par de juegos, bueno tres, que sí que han conseguido llegarme y despertar mi empatía.
Dos de ellos han sido Life is Strange y Hellblade: Senua’s Sacrifice. El tercero ha sido Detroit.