Estoy asombrado del éxito que están teniendo juegos como «Acariciar al perro» o su apasionante continuación «Acariciar un gato». La razón no es que los millones de amantes de los perros o gatos hayan descubierto que es mucho mejor clicar en un botón para acariciar a un animal sino que así consiguen fácil y en unos pocos minutos un trofeo Platino que exhibir en sus vitrinas.
La culpa, por supuesto, es de Microsoft.