El año 2014 fue el principio del cambio en Ubisoft. Desde Noviembre de ese año a Noviembre de 2015 salieron Assassin’s Creed Rogue, Assassin’s Creed Unity, Assassin’s Chronicles China y Assassin’s Syndicate.
Un juego cada tres meses y la consecuencia fue que la calidad tocó mínimos: enormes bugs y una sensación de que había buenas ideas mezcladas con formas mediocres de salir del paso.
Las críticas fueron enormes y las ventas de Syndicate descendieron bastante. De los más de 8 millones que había vendido Unity a los poco más de 5 millones que había vendido Syndicate, era el momento de pararse y reflexionar porque, aunque cinco millones lo firma cualquier lanzamiento, había que parar esa sangría. Así que se tomaron un año sabático y no regresaron hasta 2017 con Assassin’s Creed Origins.
Fue un gran cambio mejorando todo, desde aspectos técnicos a historia, mecánicas del juego, de combate, incluso cambió de género, pasando de la aventura de mundo abierto al juego de Rol de acción y, por supuesto, en mundo abierto pero más rico y con más detalles que nunca.
No era el juego perfecto pero recuperó mucho del interés perdido y en ventas consiguió doblar a Syndicate. Parece que Ubisoft había aprendido de sus errores y redirigía la saga por el buen camino.
Y entonces anunciaron que al año siguiente saldría Assassin’s Creed Odyssey. ¿Volvíamos a las entregas anuales? ¿Otra vez sería un juego a medio cocer, dejando buenas ideas a la mitad para que saliera a tiempo?