Mi relación con Castlevania siempre ha sido de interés pero por avatares del destino también ha sido distante.
Corría 1986 y los ordenadores de 8 bits lo petaban. El rey era el Spectrum 48k y ahí estaban el Amstrad CPC con su monitor en fósforo verde o color, el Commodore 64 y el estándar japonés MSX en el que fabricantes como Philips, Goldstar, Sanyo y compañía producían sus propios ordenadores pero en el estándar MSX.
Entre ellos estaba Sony con su flamante Hit-Bit y en casa tuvimos la suerte de que en la empresa de mi padre era costumbre hacer regalos cada año y a él le dieron ese año un ordenador.
Ahí empezó mi pasión por los ordenadores. Compraba todas las revistas, programaba los juegos que aparecían en ellas y veía los anuncios. Lo que no he dicho es que mi Hit-Bit era de la primera generación y que pronto empezaron a salir anuncios de MSX-2 con juegos con gráficos increíbles pero el que me llamaba la atención era el de un tipo con un látigo mirando hacia un castillo ominoso y el nombre debajo, Vampire Killer. Por supuesto, teniendo el MSX no nos compraron el siguiente y de hecho ya la siguiente máquina de jugar sería el PC y la Megadrive.
La saga Castlevania siguió con su vida, pero ni Gameboy ni PSX ni demás consolas de Nintendo pasaron por la mía y , aunque probé alguno de PS2, no me llamaron mucho la atención,
Así pasaron los años y no dejaba de oír maravillas sobre Symphony of the Night. En 2007, diez años después de su lanzamiento, salió en Xbox Live y lo compré de inmediato pero jugué un poco y lo dejé, más enganchado a las joyas que fueron jalonando la vida de la 360 que a los juegos antiguos, aunque siempre teniendo en mente jugarlo en algún momento.
Han tenido que pasar prácticamente diez años para que me haya terminado Symphony of the Night y ha sido gracias a la iniciativa de El gamer invisible de Zona Delta en la que envié una lista de juegos y esta lista Neojin la reenvió a otro miembro de Zona Delta para que eligiese uno de ellos.