Zona Delta

Ya introduje esta sección
en septiembre, por supuesto haciendo referencia a lo consumido en
agosto, así que no me voy a distraer mucho con ello. Soy yo
comentando las cosas que he visto, leído, jugado. Las que recuerdo,
al menos.

The God of Highschool: Revisionado de una serie
de la que creo, si no me falla mi patética memoria, que escribí
hace ya tiempo. Cuando salió. The God of Highschool es muy
divertida y está muy bien animada; no es una serie que se vea por
alguna suerte de aprendizaje de la vida o aprendizaje transversal,
sino por las peleas. Porque ni siquiera pierde tiempo en explicar,
del todo bien, qué es lo que está sucediendo. Importa la progresión
de poderes y la producción que los acompaña.

Hablé de Rocky en
el anterior artículo. Pasa que solo hablé de la primera, y de cómo
cometí el pecado de dejarla de lado por jugar Sekiro. Y Elden
Ring. Juegazos ambos. El primero sobre todo. Desvíos aparte, me
he enamorado de la serie de películas. Sobre todo de las cuatro
primeras. Siento la imperiosa necesidad de volver a verlas más
pronto que tarde y darles el espacio que se merecen en el blog. Se ha
convertido, para mí, en una obra muy inspiracional cuya banda sonora
a menudo me gusta escuchar entre mis viajes o sesiones de ejercicio
físico. O bien cuando necesito rememorar que “nada termina hasta
que tú sientes que termina”.

My Little Universe
es un juego multiplataforma en el que tú mismo vas explorando y, en
cierto modo, construyendo tu planeta y enfrentándote a los enemigos
que por allí habitan. De mecánicas muy sencillas, es para pasar el
rato ya sea en la Switch, en móvil, o como yo he hecho, en PC. Entre
un largo etcétera de plataformas. Muy bonito, muy colorido,
muy relajante, y con una dificultad que, bueno, difícil morir salvo
que te hagas la del saco de boxeo, esto es, te quedes parado sin
mover la espada o se te olvide cómo cambiar de herramienta.

El niño, el topo, el zorro y el caballo: Hablar de la obra de
Charlie Mackesy me es harto complejo. No por la obra en sí, que es
una literatura infantil para cuyo análisis me encuentro, en mi
momento más humilde, más que capacitado, sino porque la estoy
releyendo semana a semana para la elaboración de un análisis en la
carrera y no quiero problemas con el autoplagio.

Bromas aparte, El
niño, el topo, el zorro y el caballo es una obra preciosa para
la que el poco texto facilita ya no solo su lectura en poco tiempo
(tanto para niños como para, sobre todo, adultos), sino que está a
menudo integrado en la composición de los dibujos de Charlie
Mackesy, quien además de su escritor es también ilustrador. A una
bella historia acompaña una bella edición, y como no podría ser de
otro modo, una serie de enseñanzas, mensajes, aprendizajes
transversales igual de bellos, tal que tanto niños como adultos no
debemos olvidar que “estamos
en este mundo para amar y ser amados, recuerda siempre que importas,
que eres valioso, que eres amado y que añades a este mundo cosas que
nadie más aporta”. Entre otros mensajes muy inspirativos que
engordarían en exceso esta mini-reseña y destriparían parte de lo
hermoso de la obra.

La Celestina es de
las pocas lecturas obligatorias del sistema educativo que recuerdo
con cariño y disfruto releyendo. Me gusta decir que, más que una
obra de amor, romance, lo que sea, es una obra de puteríos. Y, por
supuesto, de egoísmos, tergiversaciones, malversaciones, una obra
que en tanto que no definiría como adelantada a su tiempo, expresa
en cierto modo y de manera muy acertada la diferencia que hay hoy día
entre ligar con una persona (esto es, un interés más genuino y
natural) y seducir a una persona (arte de engañar, del que mucho
sabe Celestina). Y ni que decir tiene, aunque de forma exagerada y
trágica para los estándares contemporáneos, las consecuencias de,
perdón por la expresión, andar pensando con el nabo.

La edición en concreto
que yo he leído, puestos a aprovechar que leo en físico y casi
nunca en digital, es la adaptación a aula de Vicens Vives, con una
introducción que recomiendo no leer (porque, aunque contextualiza,
también destripa), unas actividades finales que, por supuesto,
recomiendo ignorar salvo grandes aspiraciones didácticas, y la obra
en sí, adaptada muy acertadamente al castellano actual y acompañada
de ilustraciones que amenizan la lectura.

La Barraca es otra
lectura obligatoria de este, nuestro sistema educativo. De ella no
soy tan fan como de La Celestina, pero la sigo
disfrutando en la medida en que me parece una buena representación
del efecto manada, conductas hipócritas, dejadez educativa e
intelectual, entre un largo etcétera de males que, aún si en el
caso de esta novela aluden a la sociedad del siglo XIX, siguen
causando estragos en la contemporaneidad.

Escuela de felicidad
es otro librito de Santandreu, aunque esta vez no es tan suyo (sin
ánimo de desacreditar la autoría de las entrevistas aquí
realizadas) como más bien un compendio de distintos pensadores del
mundo entero, ya no solo Europa, también Hispanoamérica, y por
supuesto distintos roles, filósofos, psicólogos, escritores,
periodistas, estudiosos, etcétera. Dado que es un compendio, hay
cosas que me interesan mucho y cosas que me interesan poco, a
destacar en este último caso las entrevistas, aunque siempre con la
temática base de felicidad, centradas en hablar de medicina
alternativa o terapia Gestalt, tan polémica por su deriva sectaria.
A ese respecto, me parece un libro, aunque interesante, muy
prescindible, sobre todo si consideramos que tanto el dinero como el
espacio (y por tanto los libros que se pueden albergar) son
limitados.

Hablemos de feminismos
es la, por ahora, única obra de Carla Galeote, una suerte de
introducción al feminismo, feminismos más bien, realizada por la
popular tiktoker y activista. Una buena introducción, si se
me permite, siempre que se vaya con la apertura mental de no juzgarla
por su trasfondo de influencer de internet, sino por el papel
de escritora (por razones lógicas) que desempeña en esta ocasión.
Hablemos de feminismos debe tomarse, vuelvo a insistir, como
una introducción básica a los distintos tipos de feminismo
(radical, interseccional, marxista…) y sus distintas olas,
remitiendo para más información a obras de otro tipo y, por
supuesto, otros autores; a su vez, como una obra de apertura más
personal, esto es, testimonios de lo que Galeote ha sufrido a lo
largo de su vida y la ha llevado a ser la feminista que es hoy. Con
todo el grado de subjetividad que involucra un texto de este estilo.

Me gustaría destacar,
eso sí, que es una obra muy focalizada a entender, por una parte,
las raíces del feminismo, pero mayormente lo que hoy día se
entiende y define como feminismo contemporáneo. Es una obra de
juventud para la juventud, porque seriamente, hay tantos términos
importados de RRSS, véase bodycount y otros que no recuerdo
pero, como el primero, apuesto no haber escuchado fuera de según qué
persona(je)s de TikTok, que pueden confundir ya no a los menos
avispados, sino a generaciones no tan puestas en el mundillo de las
tecnologías, notándose así el tipo de persona que ha escrito
Hablemos de feminismos (esto es, nada despectivo; simplemente
una chica joven cuyo activismo se desarrolla, en gran parte, a través
de redes sociales, con todo el vocabulario importado de ellas que eso
implica).

Los diez mandamientos
del siglo XXI me parece una lectura muy buena con la que
iniciarse en la lectura de filosofía; la manera en la que Fernando
Savater presenta sus ideas, al menos en este libro, resulta muy
accesible, a la par que graciosa, con una introducción a cada
mandamiento que rara vez (¿puede que nunca?) se sale de la mofa. A
cada mandamiento que postula se ríe, pero también analiza, nos
conduce (en la mayoría de casos muy acertadamente a mi juicio) a
aspectos de la sociedad contemporánea, siendo una de mis partes
favoritas al respecto aquella que me gusta interpretar como una
defensa al poliamor y una visión de la monogamia como un juego de
posesión perfecta.

Muerte y supervivencia: Contrario a Los diez
mandamientos del siglo XXI (que, por cierto, no tienen nada que
ver), Muerte y supervivencia es un libro mucho más
complicado, con una peor prosa, literalmente un derroche de
pensamientos que vienen y van con cuasi nula separación en párrafos,
conformando múltiples murallas de texto.

Muerte y supervivencia
solo consta de, aproximadamente, 100 páginas. No obstante es una
lectura que requiere ya no solo de mucha atención y reflexión, sino
también de un amplio bagaje, y es que Max Scheler realiza continuas
referencias, a menudo poco autoexplicativas, a infinidad de autores.
Da por hecho que sabes cosas que no tienes por qué saber, ello se
junta con la prosa y presentación y resulta un mejunje poco
aconsejable para iniciarse en la fenomenología, por mucho que
teorizar sobre la muerte y aquello que sobrevive tras la misma llame
la atención.

Un niño afortunado
es una obra autobiográfica que narra la historia de Thomas
Buergenthal, desde un niño víctima de los primeros avances del
nazismo en Alemania hasta su internamiento en los campos de
concentración y su posterior éxito, ya en la adultez, como juez de
la Corte Internacional. El epílogo me ha parecido poco interesante,
quiero decir, no compré el libro por esto: no me interesa (perdón,
pequeño Thomas) los lugares y trabajos por los que has pasado hasta
llegar a ser juez de la Corte. No obstante, sí que me interesa el
ejemplo de resiliencia que es Thomas a lo largo de la obra, esto es,
la resistencia a dejarse morir, y por supuesto, a verse
embebido por un odio que no conduce a ningún cambio positivo ni a
una vida sana.