De pequeño quería ser astronauta. Suena tópico, pero mantuve bastante la idea, aunque fuese en segundo plano. Era un criajo bastante curioso, y preguntaba sobre todo lo que se me hacía raro. El espacio era ese gran enigma que tanto me fascinaba desde que a muy temprana edad me había dado la vena por Star Wars.
Suena tópico, sí, pero la verdad es que para mi no lo sonaba. Nadie quería ser astronauta. La inmensidad del espacio y sus misterios se habían apagado como la carrera espacial o la vida de Carl Sagan. De repente, para mi generación el espacio ya no le era interesante.
Sin embargo, a mi me cautivaba, me encantaba leer teorías y cosas que no entendía e intentaba comprender leyendo libros que aún comprendía menos. Lo que sí hacía, era tragarme todas las películas relacionadas con el espacio. De ahí nace, en parte, mi amor por la ciencia ficción.
De entre todas esas películas, hubo una que me dejó la misma sensación que tenía mientras leía todos esos libros. La primera película que vi y me dejo la cara completamente a cuadros.
Esa película, fue Contact.
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