Bienvenidos a Sidonia, la que probablemente sea –a menos que se tenga que estirar la serie unas ocho temporadas– la última nave de la humanidad, que vaga por el espacio después de que formas monstruosas de vida alienígena han acabado con el planeta tierra. Prepárese para disfrutar de una intensa experiencia sensual superior a Cincuenta Sombras de Grey, en el que todas las japonesitas tetonas a borde la esta nave, ejercitarán sesiones de sadismo sobre Nagate Tanikaze, el piloto salvador de la expedición: lo golpearán, cachetearán, pisarán, aventarán toda clase de objetos y le derramaran líquidos hirviendo en sus genitales, todo cómo juego previo para el apareamiento; no sin antes mostrarse desnudas ante él, con cualquier pretexto, haciendo que los combates con los enemigos sean un paseo por el parque, como preparación avanzada para la experiencia «ultimate» más salvaje de su vida: dormir abrazado con un pene gigante.
Caballeros de sidonia o Shidonia no Kishi es una serie basada en un manga creado por Tsutomi Nihei, convertido en anime y distribuido fuera de las tierras niponas por la cadena Netflix, pudiendo revisar la reseña correspondiente a la primera temporada aquí.
La segunda temporada se encuentra llena de intriga, fotosíntesis nudista, conspiración, romance, golpes de estado, senos de aparición espontánea, tentáculos, combates, sostenes con relleno, ligueros y ¿por qué no?, de un pene gigante. Dividida en tres partes, prácticamente la historia se centra en una sola batalla para apoderarse del planeta 9, cuyo objetivo militar estratégico, jamás se explica.
El primer segmento tratará de un combate intenso con la sorpresiva aparición de un interesante personaje de aspecto monstruoso pero con falda rosa para no perder el estilo y cola tentacular, para mantener la tónica sado de la serie.
Como en todo dramón en regla, los protagonistas jamás se darán cuenta que el peor enemigo se encuentra entre sus filas, pero esto no tiene la menor importancia porque estarán jugando a la casita en el segundo tercio de la serie con un pene gigante.
Finalmente cuando una de las chicas del harem de Tanikaze se implanta una mano biónica en un intento de subir el nivel del bondage, y el protagonista parece animarse a algo más serio que verla desnuda, su nuevo interés amoroso estará en peligro de muerte, y nuestro héroe ira a salvarla cueste lo que cueste, ¿Sufrirá ella el mismo destino que Hoshijiro?
La serie abandona claramente las pequeñas pinceladas de ciencia ficción seria -?- e interesante en beneficio del fanservice y de los tentáculos, internándose de lleno en el mundo del «DE»:
¿DE dónde sacan tantos recursos y avances tecnológicos estos humanos estando confinados en una nave espacial por centurias?
¿DE dónde salen tantos enemigos y cuál es su objetivo?
¿DE dónde aparecen más y más cámaras, áreas nuevas y habitáculos dentro de la nave, si los protagonistas tienen que usan trajes donde han muerto tres personas antes de ellos?
¿DE dónde sale la comida japonesa en abundancia, un jardín de cerezos y una tienda enorme de modelismo?
La lógica abandona definitivamente la serie para permitir la entrada de combates desenfrenados, mechas con nuevas habilidades, enemigos evolucionados ¿y por qué no?, también de un pene gigante -¿Ya lo mencione?–, en un magnífico derroche de sonido, efectos visuales y animación.
Sí la primera temporada tenia pinceladas interesantes que podían justificar su visualización por los más exigentes, esta segunda entrega, solo es para auténticos fanáticos del género -mecha+japonesitas tetonas– y de la serie, a quienes sus doce capítulos se nos irán cómo agua entre las manos, puristas favor de abstenerse. Saludos Afectuosos.
(Lo del pene gigante era totalmente cierto)