Análisis: Bioshock Infinite (Resubido desde Gamefilia)

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Bueno, tal y como os prometí, aquí tenéis  el análisis completo de este fantástico juego descrito con pelos y señales. Pero esta vez garantizado. Teniendo en cuenta que este es uno de los pocos juegos que pude llevarme conmigo al pueblo, podéis estar seguros de que lo he exprimido al máximo. ¿Qué otra cosa más podría hacer? ¿Admirar el paisaje? ¿Volver a jugar a Dead Island? HUEHUE… Bueno, pero antes de entrar al trapo, os tengo que decir algo sobre el juego: Es el mejor puto juego que he probado en esta generación. Así que, si queréis ir ahorrando en párrafos kilométricos y sobradas mías, quedaos con lo que he dicho. Y los que sigan interesados en el análisis, pues que sigan tirando para abajo:

 

 

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Para empezar este juego tiene uno de los mejores trasfondos y ambientaciones que he visto desde el Bioshock original. Enmarcado en la utopía sobre las nubes de Columbia, este juego nos traslada directamente a todo un fantástico e interesante mundo vivo que descubrir. Y, a diferencia de lo que he dicho en mis primeras impresiones, durante toda la aventura vamos descubriendo un poco más de Columbia. Poco a poco vamos descubriendo la vida de sus gentes,  su cultura, sus costumbres, su ideología, sus contrastes, sus desigualdades… Es como si fuera un tour en primera persona a una utopía. Como si estuviéramos en una visita turística guiada por el corazón de una novela distópica. Es como si estuviéramos en “Un mundo feliz” siendo un ciudadano más.

Pero lo que más me ha entusiasmado de esta ambientación es que, a diferencia del primer Bioshock, aquí contemplamos una utopía en su momento de máximo esplendor, en el apogeo de su civilización. No como en el primer Bioshock en donde contemplábamos las ruinas y la decadencia total de una utopía totalmente destruida y yéndose a la mierda. Bien es cierto que por culpa de eso, nos perdemos ese factor terrorífico y espeluznante que nos ofrecía las oscuras y ruinosas  calles de Rapture. Pero ganamos en belleza al presenciar una ciudad llena de vida, colorido y belleza. Todo un contraste con el primer título de la saga.

 

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Pero esta ambientación tan solo es la punta del iceberg de los que nos ofrece la historia de este juego. Tanto es así que llegamos a un punto en el que la maravillosa ambientación se relega a un segundo plano a favor del arco argumental entre Elisabeth y el protagonista, Booker. No os quiero decir nada para no tener que fastidiaros ni spoilearos nada, pero solo os puedo decir que el cacao mental que se forma es monumental. Haciendo que nos la sude Columbia y empecemos a pensar de una manera tan profunda como nunca antes nos había hecho pensar un videojuego. Pensaremos que esto es más material para un libro o una película que para un videojuego. Especialmente en el final, ¡Dios que puto final! Si solo unos breves instantes nos hacen reflexionar tanto entonces es una maravilla argumental. Vale, vale, ya me callo… Que si sigo, puedo irme de la lengua…

Y con una ambientación e historia como estas, el apartado sonoro debe de estar a la altura. Y lo ha conseguido. Desde el sonido de las armas, poderes y demás ruidos cotidianos de las calles de Columbia, hasta el doblaje de los personajes principales, con voces conocidas como la de Salvador Aldeguer (Voz del Juez Dredd ) en el papel de Comstock o Iñaki Crespo (Voz del Comediante en Watchmen) en el papel de Booker, todo luce a un nivel excelente.

Y la música es maravillosa, con varias canciones originales que nos acompañarán durante todo nuestro viaje, la aventura se convierte en toda una delicia. Pero la banda sonora solo necesita una canción para ser magistral. Y es que, ¿Cómo sabes que estás ante una verdadera obra maestra y un clásico instantáneo? Pues cuando te ponen en las pantallas de carga los fantásticos ragtimes que escuchabas en la película “El Golpe”. Clásico:

 

 

 

 

 

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Pero esto es un videojuego, damas y caballeros. Si lo que quiero es disfrutar de una fantástica e inmersiva ambientación, junto con una historia que me haga reflexionar, pues para eso precisamente me leo un libro o me veo una película. Aquí se viene a disfrutar jugando (en este caso tiroteando y matando). Porque si me ponéis una historia y ambientación maravillosas y el gameplay falla, el juego entero no vale una mierda. Toda la historia se puede ir al carajo si falla lo más importante de un juego: Que se disfrute jugarlo.

Afortunadamente eso no es así. En Bioshock Infinite el gameplay se resume en tres palabras: Rápido, frenético y fluido. Sobretodo quedaos con  esta última palabra, pues hace que todo el gameplay del título entero sea una delicia. En cualquier momento siempre que haya un tiroteo, el juego irá como la seda y fluido. Ya estemos disparando nuestra fiable pistola Mauser C96 o armando la madre de todas las escabechinas con un lanzacohetes volando en pedazos dirigibles, el juego irá a 60 frames por segundo. Podremos montar masacres de manera fluida sin que suframos tirones, ni bajones en el ritmo de juego. Así da gusto jugar.

Pero la fluidez no lo es todo. ¿De qué sirve un shooter subjetivo si no tenemos un buen arsenal y gente contra quien usarlo? Afortunadamente tenemos un vasto arsenal lleno de armas clásicas de principio de siglo (Mauser C96,  Revolver Colt Navy 1851, Escopeta Winchester 1887…) y armas ficticias estilo retro con todo su encanto steampunk como un lanzacohetes, lanzagranadas… También tendremos una amplia variedad de enemigos a quien masacrar. Desde las fuerzas del orden de Columbia, hasta rebeldes sublevados pasando por, las ya clásicas de la franquicia, torretas y sistemas de defensa. Y aquí de enemigos pesados tendremos “Los Manitas” que harán de sucesor espiritual de los Big Daddys, pero ni de lejos son tan fuertes y carismáticos como ellos.

 

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Y en este juego la acción tiene mucho peso. Teniendo tiroteos frenéticos y bestias cada dos por tres. Aunque de vez en cuando nos darán a elegir si queremos resolver las situaciones diplomáticamente si empezar una gresca, cosa que no está mal, no todo va  a ser avanzar y disparar. Pero está más que claro que este título es el que está más orientado a la acción directa y el “Gunplay” de toda la franquicia, pero eso no significa que deje de lado una de sus más prestigiosas señas de identidad: El uso de poderes.

Rebautizados bajo el nombre de: Vigorizadores, todos  los poderes que conocíamos y nos divertían del primer Bioshock vuelven. Aunque con ligeras modificaciones (Cuervos en lugar de abejas, por ejemplo) en esencia son los mismos que usamos en Rapture. Aunque se hace más hincapié en las armas y el gunplay, usar los poderes y sus combinaciones como antaño, tiene su recompensa y una mayor utilidad.  Resumiendo, somos un puto Dios cuando usamos incineración o jinete eléctrico y demás.  Pudiendo acabar con varios enemigos de un solo toque y ahorrándonos muchas balas.

Aquí, sea cual sea tu estilo de juego, ya sea con plomo o con poderes, o una deliciosa combinación de ambas, vas a pasártelo teta. También vuelven las combinaciones ambientales que tanto me gustaron del Bioshock original: Ya sabéis, charco de gasolina + incineración = Fogata veraniega descomunal. Riachuelo de agua+ jinete eléctrico= Árboles de Navidad humanos.  Combinar poderes, plomo y oportunidades de entorno es tan delicioso como el original o incluso más.

 

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Y si a esto le sumamos los combates en aerocarril, los desgarros que podemos crear gracias a Elisabeth, tenemos una variedad en combate impresionante. Y hablando de Elisabeth, para mí es uno de los compañeros NPCs mejor realizados de esta generación. No solo no te molesta en combate, no se pone en medio de ningún tiroteo ni corre en plan suicida hacia la dirección de las balas (Como la inmensa mayoría hacen…) sino que además te proporciona ayudas en combate. Dándote sales, munición e incluso dinero justo cuando más lo necesitas. ¡Así da gusto!

Con todo esto pensaréis que estás ante el juego perfecto. No lo es. Siendo objetivos hay algunas cosas que no me acaban de convencer. Como por ejemplo que este juego también sufre del “síndrome COD/Halo”. En cristiano, que solo puedes llevar dos armas encima. Con tan bonito arsenal que nos han preparado y te limitan a llevar solo dos armas encima. Es como hacerle un feo a las otras preciosidades de armas que nos encontramos, forzándonos a llevar casi la mayor parte de las veces la carabina y una escopeta o algo parecido. Menos mal que esto no pasa con los poderes y vigorizadores, pudiendo usarlos todos siempre que queramos.

 

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Otra cosa que encuentro no tan positiva es que el juego se antoja demasiado fácil. En el modo 1999 quizá me trague estas palabras, pero entre las ayudas de Elizabeth, lo potentes que son los poderes de los vigorizadores y los enemigos que no son tan desafiantes como en el original, pues si te lo montas bien, mejorando al personaje e investigando mucho (Cosa que te recompensa mucho al encontrar varios powerups) pues el juego será un paseo. ¡Y para colmo no hay guardado manual! Todo es autoguardado. Volvemos a la mísma canción de antes… Esa fenomenal forma de guardar que teníamos en el Bioshock original la han mandado a tomar por culo en favor del Autoguardado por checkpoints de turno. Aunque al menos no está todo perdido. Todavía nos dan una pequeña oportunidad de guardar de forma manual, pues cada vez que salimos de la partida el juego se guardadará. Muy al estilo del Borderlands. Al menos algo es algo…

Pero bueno, esto son solo quejas menores para lo que yo considero la mejor comunión entre jugabilidad adictiva y fluida y una de las mejores historias y ambientación que nos ha regalado ese genio llamado Ken Levine. Es de esa clase de juego que rejuegas una y otra no solo porque te enganchó la acción, sino también porque cada vez que lo haces descubres algo nuevo de la historia o algo de su fantástico marco utópico. Ya sea de su ideología, costumbres, o la vida en Columbia, cada vez que juegas pareces descubrir algo nuevo. Uno de los mejores juegos de esta generación y un brochazo de oro para su finalización.

 

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