El talento es un valor líquido, más aún la inspiración. Tienes que aprovecharlos al máximo antes de que se desvanezcan con el paso del tiempo. Y si hay un arte donde podemos ser testigos de este fugaz fenómeno es en el mundo del cine. Especialmente en el ámbito directoral. Grandes directores del ayer, que luchan hoy por dar pie con bola. Y tras ver el zurullo incontestable que ha sido Alien Covenant (El cual ya os destriparé próximamente) me ha resonado con más fuerza esa idea en la cabeza. Los que antes no paraban de parir obras maestras que se quedarán grabadas a fuego en la historia del cine, hoy no paran de cagarla constantemente ¿Por qué?
Difícil respuesta. No porque sea complicado de explicar, sino porque yo creo que es complicado de asimilar. Los grandes directores del ayer, aunque singan siendo las mismas personas, no siguen siendo esos grandes directores ahora. Como si tuvieran un desglose o escisión de personalidad entre el cineasta que eran antes y el que son ahora. Por mucho que me pese, el Ridley Scott de hace 35 años no es el mismo Ridley Scott de ahora. Por mucho que nos duela, el Francis Ford Coppola de hace 40 no es el mismo que el de ahora, ni el Bryan de Palma de ahora, ni George Lucas, ni Steve Spielberg…
Y seguimos teniendo esperanzas, seguimos teniendo ilusión por ver que un prestigioso director se sienta en la silla de dirección por otra ocasión. Porque siguen publicitando su nombre en todos los trailers y spots de la película en cartelotes grandes con letras bien brillantes, porque grandes nombres reportan gran taquilla, porque un gran director sigue todavía garantizando culos en los asientos. Y con la expectación viene la desilusión, con las esperanzas de ver que un director replique su magia de hace décadas atrás, nos viene una decepción tremenda al ver que ni siquiera puede hacer una peli medianamente decente. Y ya es he mencionado la respuesta: La magia. Muchas veces hay películas tan fenómenas y geniales en todos los sentido, que prácticamente la única explicación que se les puede atribuir para ello es magia arcana. Que el concebir una película tan magnifica es a veces un milagro imposible de replicar nuevamente.
Alien, Terminator 2, El Padrino, Ciudadano Kane, Hasta que llegó su Hora, Cazafantasmas…. Geniales obras magnas de su género, 10/10, películas perfectas. Pero aparte de eso, todas tienen algo común: Son tan perfectas que ni siquiera sus responsables saben cómo cojones lo han conseguido. Panacea cinematográfica que cura todos los males pero cuyos directores jamás han dado con su fórmula. Muchos de los cuales han tratado de replicar en trabajaos posteriores pero sin alcanzar el éxito que su obra magna supuso. ¿Será entonces fruto de la suerte? ¿Fruto de una coincidencia cósmica o magia que da lugar el milgro? Si y No, 50/50, al menos desde mi experiencia. Porque yo sigo creyendo que las mejores películas son aquellas que se dan cuando las mentes adecuadas se encuentran en el momento adecuado.
Sin Dan Aykroid ni Bill Murray, Harold Ramis ni Ivan Reitman dirigiendo, no habría sugirdo la misma genialidad desternillante de los Cazafantasmas. Pero claro, por otra parte, también esa genialidad fue tanto fruto de la casualidad y de la suerte que, a pesar de haberlo intentado con una secuela, fue una genialidad que jamás volverían a replicar. Sin esos efectos especiales de lujo, sin esa acción tan cremita y ese fantástico argumento de viajes en el tiempo y paranoia tecnológica, Terminator 2 no hubiera sido lo que era. Pero claro, si James Cameron no hubiera tenido esa pesadilla febril con un ciborg asesino del tiempo, no habríamos tenido saga Terminator para empezar. Sin Dan Obannon, ni Ronald Shusset frente al guión ni HR Giger frente al diseño de la criatura, Ridley Scott ni de coña hubiera rodado la obra maestra del cine de terror que fue Alien. Esa magia se da cuando se encuentras las personas adecuadas, en el momento adecuado y dedicando su talento al trabajo adecuado. Pero también sería imposible negar el hecho de que el factor suerte ha intervenido un poco en esas obras para dotarlas de esas pepitas de genialidad necesarias para convertirlas en clásicos.
A eso es a donde quiero ir a parar. Puedes tener un director de prestigio a la palestra, un guionista que te ofrezca una narrativa sólida y cautivante, un Stan Winston al mando de los efectos especiales y un presupuesto infinito como si fueras Marvel Studios, que eso tampoco te garantizará una película de éxito. Al igual que no puedes confiar ciegamente en los valores de producción y desarrolladores de un juego, para saber fehacientemente que obtendrás un juegazo irrepetible, lo mismo ocurre en el mundo del cine y todo el resto de las artes. Tener un gran director no significa nada. Y ahora lo que significa es arriegarse a tener una enorme cagada y una aún más grande decepción.
Porque el mismo director que me hizo El Padrino, me hizo Jack, el mismo directo que nos regaló los Cazafantasmas, nos hizo Junior y el mismo Director que me hizo Alien, me hizo Alien: Covenant. Tener un gran director como responsable de una película, no significa tener una máquina infalible que siempre nos reparta calidad. Y mucho menos tener una máquina que no se oxide con el tiempo y no se torne defectuosa. Ya sea por multiples factores como personales, como coyunturales sobre el estado del cine o el cambio del clima cultural, nunca vamos a tener la misma calidad de un mismo director al cabo de los años. Y aunque algunos directores siempre podrán presumir de mantener el tino, de mantener el rigor y la calidad que ya les caracterizaban hasta día de hoy, como Scorsese o Michael Mann por poner algunos ejemplos, se debe a porque son directores que se reinventan y constantemente están tratando de mejorar. Porque quedarse en los éxitos del ayer, es la receta perfecta para estancarse en el fracaso en un futuro.
Esa podría ser otra de las probabilidades de que directores de ayer no acierten ni una hoy. El quedarse tan estancado en su trabajo anterior, que acaban recurriendo siempre a este como método a respetar en todas sus producciones venideras, no cambiando ni un ápice el estilo, la forma de rodar, temática o géneros a abordar. De nada sirve en respetar religiosamente una fórmula que cuajo en su día, si los tiempos siempre van a ser cambiantes. Aunque esto no solo se debe a respeto por una fórmula, sino también por otro de los grandes motivos por los que precisamente las obras recientes de muchos directores de prestigio, y particularmente de Ridley Scott se están yendo al carajo: Algunos directores se les ha subido tanto la fama, se les ha calado tanto las alabanzas con las que se les han bañado durante tanto tiempo, que han acabado por creerse ser los genios que los demás dicen que son.
Por eso Scott seguramente no toleró que ningún guionista revisara el libreto en Covenant o por eso consiguió hacer lo que le saliera de la punta del nabo en Prometheus, porque es Ridley Scott. Seguramente el tío estaría tan pagado de sí mismo que se creería que cualquier mierda que cagase sería oro de 48 kilates. Y porque es Ridley Scott todo el mundo se lo permitió sin atreverse a cuestionar sus métodos por muy subnormales que sean. Es lo que yo llamo “El Síndrome de George Lucas” Si eres un director de prestigio, nadie en su sano juicio se atreverá a ponerte en duda nada, bien por miedo a cuestionarte nada, o bien porque piensan que la vomitona que estas esputando es en realidad una obra de arte solo concebida por un genio el cual no podemos comprender. Así es como salieron las precuelas de Star Wars y así es como salieron las precuelas de Alien.
Porque pecar de orgullo lo hacemos todos, y cuando has llevado años cubriéndote de la gloria con la que te han bañado otros, es muy difícil no ahogarse con ella. Aunque también más que de delirios de grandeza, pueden deberse simplemente a delirios porque sí. A querer lanzar la mayor locura de tu vida ahora que te lo pueden permitir y encima darte dinero por ello, que no antes donde toda una productora contaba con que te ciñeses a lo comedido y si no te daban la patada y buscaban a alguien mejor. El “ahora que tengo un nombre” puedo permitirme el hacer lo que quiera, tanto si a le gente le gusta como si no.
O también puede deberse a la razón más obvia y deducible de todas: Que han perdido “su toque” Justo de lo que hablaba al comienzo de esta reflexión. Que el talento que antes tenían tíos como Copolla o Scott se ha desvanecido (Como lágrimas en la lluvia) Y que esos milagros hechos cine que sacaban año si, año también ahora quedan lejanos y solo nos conformamos con que saquen algún peli decente al año, aunque yo prefiero que se retiren con un mínimo de dignidad en lugar de hacerlo por la puerta de atrás tras una gran atrocidad. O mueres en la gloria de Gladiator, o vives lo suficiente como para rodar Prometheus y Alien Covenant.
¡O yo que sé! Quizá es que se deba a cosa de la edad, del simple transcurso del tiempo. De que el viejo chochea y ya no es lo que era. Puede que sea un poco exagerado, pero es una posibilidad. Una persona de 80 años como es Scott quizá no piense exactamente igual que a sus 30… Y eso se refleja en su modo de actuar, dirigir y trasladar sus ideas a la gran pantalla. Tanto para bien como para mal. Hay algunas personas que se vuelven más sabias y perfeccionistas en su arte con el tiempo y otras en cambio, bueno, se vuelven Ridley Scott…
En fin, lo único que puedo sacar en claro de toda esta divagación constan… Reflexión ponderada es que no hay que tenerles fe absoluta a los dioses de la cinematografía de entonces, solo porque su nombre este plasmado y anunciado a bombo y platillo en los créditos de una película de ahora. Los tiempos cambian, los directores, sus visiones y su tino también, por lo que de nada sirve seguirlos religiosamente y esperarnos milagros constantes. Debemos cuestionarnos un poco la fe en algunos de nuestros profetas por el bien de la hermosa religión del cine. Que luego viene Alien Covenant y mis pataletas…