Satoshi Kon no sólo es uno de mis directores favoritos japoneses, es uno de mis directores favoritos de todos los tiempos. Sus películas me parecen cine estallándote en la puta cara (cómo me encanta éste símil) y joder, conecto demasiado bien con la mayoría de sus obras.
En fin, una lástima que esté muerto.
La cosa es que el otro día, y tras mi fallido intento de ir con la panda a ver El infumable Corredor del laberinto, acabé viendo en la Fnac una edición muy bonica de lo que parecía una novela, la cual firmaba el mismísimo Satoshi Kon.
«AY, QUE KON HA REVIVIDO, ES UNA SEÑAL DEL CIELO», pensé. «AY DIOS, QUE ÉSTO ES UN MANGA, PERO QUÉ GENIAL ES ÉSTO», descubrí. Luego vi el precio. 14,95 €. Podía aceptarlo, qué demonios, es Satoshi Kon, hasta ahora nunca me ha defraudado.
Y ya cuando llegué a casa lo caté y me informé.
No sé si conoceréis Bakuman, obra de los creadores de Death Note. Es un shonen que va sobre un shonen. Parece un poco meta-literario, pero no lo es.
Os explico. Bakuman es un shonen que va de unos chavales que quieren volverse Mangakas, y para ello escriben un shonen.
Primeras páginas coloreadas, por cierto. Y no me digáis que la escala de colores no os recuerda a Akira, por Dios.
Opus sería algo así, pero siendo Sheinen y con meta-ficción. Es de las pocas incursiones de Kon en formato impreso, y una de las más curiosas, ya que nunca lo llego a completar del todo (y ahora mucho menos, desde luego), y el final se basa en bocetos e ideas que tenía escritas, que desarrolló y terminó la editorial.
En definitiva, una obra muy personal del bueno de Satoshi.
El argumento nos pone en la piel de Chikara, un mangaka creador del manga Resonance (con el cual se abre el cómic), el cual ha decidido llegar a un punto en el que uno de sus protagonistas muere luchando contra el malo de su historia. La cosa empieza a complicarse cuando ése protagonista, Rin, coge la viñeta en la que muere y se la lleva dentro del manga, obligando a Chikara a tener que entrar para recuperarla. La cosa se tuerce más todavía cuando empiezan a resquebrajarse las barreras del manga y del mundo real, cuando los personajes empiezan a darse cuenta de que son sólo productos gráficos y que han sido manejados según los intereses de una audiencia.
En resumen, meta-ficción de la guapa.
Puto arte, joder.
Hablemos del dibujo. Joder, puto Satoshi Kon, qué bien dibuja el cabrón. La obra no escatima para nada en detalles, y bueno, ya os imagináis, mundos saliéndose del papel y cosas muy locas que se retuercen entre sí. Espectáculo visual del bueno. Por cierto, el concepto de la obra es algo que el propio Kon siempre ha querido: introducirse en uno de los mundos de su obra y relacionarse con sus personajes.
Además, el manga que ha creado Chikara (Resonance), por cierto, es una clara referencia a Akira. Dios, destila Akira por todos lados. El puto Rin parece una mezcla de Tetsuo y Caneda, joder.
LA FIESTA DE LA META-FICCIÓN.
A falta de leer el segundo volumen, considero que en éste primero ya pone sobre el papel un muy buen escenario para empezar a tratar temas muy interesantes, con personajes que pueden dar mucho juego (amén de empezar a darlo en éste primero). Me refiero al hecho de que Chikara sea visto como un Dios cuando en realidad sólo es un mangaka, a que Satoko (la protagonista de Resonance) no se explique cómo a alguien le pueda entretener que ella sufra como lo hace en Resonance, o a que Rin, un personaje de un manga, decida cambiar la obra de Chikara simplemente porque «quiere vivir».
/CONCLUSIONES: No he leído los demás trabajos de Kon en el manga (que tampoco son demasiados), pero Dios, Opus es una buena manera de empezar con ellos. Por 14,95 € es una opción a tener en cuenta, sabiendo que son 191 páginas (más dos de bocetos) en tapa dura, y más si sois fans del director. Espero que Planeta Deagostini se anime y traiga más trabajos de éste magnífico director que, desgraciadamente, ya no se encuentra entre los vivos.