El 13 de Julio se hizo en Barcelona el único pase de «Bowie Symphonic», el broche final del tributo que hizo Barcelona al fallecido artista además de la exposición que se puede ver desde el 25 de Mayo en el Museo del Diseño de Barcelona.
El concierto se estrenó en Marzo en el Kresge Auditorium (Massatchussets – EUA) y era el primero de la gira Europea. En este caso contó, además de Evan Zoporyn como director y de Maya Beiser como la increíble violoncelista con la Orquestra Simfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya (OBC).
Evan Zoporyn preparado para lanzarnos ante la música clásica
El objetivo de Zoporyn: «traducir» de forma íntegra la última obra de Bowie (Blackstar), del rock a la clásica, substituyendo la voz de Bowie por el vibrar de las cuerdas de la violoncelista. Una Maya Beiser que lo dejó todo en el escenario, tanto física como emocionalmente, dando un punto de dramatismo aún mayor a las canciones que sonaban.
Y es que, aunque Blackstar suene bastante instrumental en un principio y puedas pensar que su versión clásica será sencilla, la realidad es distinta. Y cuando toca escuchar su ejecución, nos hará caer en las garras psicodélicas de Bowie una vez más, igual pero diferente. A destacar las versiones de Blackstar, Lazarus y Sue… pelos de punta
Quizá el único punto negativo fue que como «Tributo» a Bowie se me quedó corto. O al menos la versión que tenía en la cabeza sobre un tributo a Bowie difiere a la que el director Evan Zoporyn había pensado para la ocasión. Ya que empezando con Space Odity y seguir con el íntegro de Blackstar… qué más esperar que un Starman para finalizar el concierto y cerrar el arco de «The man who fell to Earth» (o lo que entiendo como ello: con Space Odity, Starman y Blackstar).
Pues no, poco después de finalizar el concierto, volvieron con una canción sorpresa (bastante conocida de Bowie) que no revelaré para no hacer spoilers a los futuros espectadores, pero poco tenía que ver con la idea que tenía. Después una B-side de Blackstar y poco más.
Lástima de la falta de efectos visuales. «Sólo» música (cómo si fuera poco)
Pese a ser genial su ejecución, creo que gran parte del público, entre ellos me incluyo, se quedó con ganas de seguir disfrutando de esta curiosa forma de entender la música de Bowie al finalizar el concierto. Por una banda, es genial poder disfrutar de la música clásica con el trabajo de Bowie y que el resultado fuere tan satisfactorio. Por otra banda, ojalá hubiese durado algo más que los 60′ que acabó durando.
En conclusión, si tenéis la oportunidad de escucharlo y sois fans de Bowie, aprovechad. Lo disfrutaréis mucho y descubriréis una nueva forma de entender a David Bowie. Pero sed conscientes que vais a escuchar únicamente Blackstar, íntegro, de principio a fin. Las demás canciones que vengan de «regalo» serán eso, simplemente de decoración.