“Algo más que una simple serie de Mafiosos” Eso es lo primero que te dicen quienes han visto los Soprano y lo primero que te viene a la cabeza cuando la has visto. Y aunque puede parecer reduccionista esa visión, no se queda corta. Los Soprano es algo que va mucho más allá de lo que nos ofrece su marco de “Una serie de gangsters”, para ofrecernos una mirada atípica, introspectiva, desmitificadora y deconstructiva del mundo, la existencia humana y de los personajes… que da la casualidad de que viven en el mundo del hampa y son Gangsters.
Y le debemos mucho a esta serie, pues tras haberla completado, me quedó bien claro que esta es una de las paredes maestras de las series dramáticas actuales. Un ejemplo de buen hacer en narrativa, guion y caracterización de personajes que sentó cátedra para todas las excelentísimas series que disfrutamos ahora. Y sim embargo, consigue ser única e irrepetible después de tantos años. Y todo precisamente porque es una reversión y una vuelta de tuerca hacia todo lo que tratan de conseguir las series modernas: La propia evolución de la serie. De las pocas series de las que, a pesar de haber pasado ya 10 años desde su estreno aún sigue aportando cosas nuevas y sorprendiéndote con cada visionado. Y ahora averiguaréis por qué:
Lo elemental para que esta serie fuera única creo que es ese espíritu desmitificador que tiene desde sus primeros momentos. Los Soprano es una deconstrucción del mundo de la mafia, una mirada cínica, cruda y realista sobre lo que realmente representa el submundo criminal del hampa. Justo lo contrario a lo que nos vendían todas las películas que han poblado la historia del cine hasta el momento. Aquellas que nos presentaban la mafia como algo operístico, glamuroso e idílico protagonizadas por apuestos caballeretes enfundados en trajes caros, disfrutando de una vida 10 llena de lujos y excesos, mientras lidiaban con tracciones, asesinatos y juegos de poder deliberándolo con la estrategia de un jodido César.
Aquí, es un gran QUE TE FOLLEN. En Los Soprano lo que vemos es como un obeso mórbido que no puede ni con su alma, embutido horriblemente en un cutre chándal de Sergio Tachinni, le pega un tiro en la nuca a un asociado en la parte de atrás de un puticlub por una mentada a su madre. Eso es el mundo de la mafia. Un gran patio de atrás lleno de suciedad, poblado de escoria con galones y gentuza bien posicionada por familia o bandas que se matan constantemente por las razones más absurdas e insignificantes. Tu vida en la mafia no vale una mierda y antes que te des cuenta morirás joven tratando de aspirar a ser alguien reconocido, quizá por alguien reconocible que hace lo que le sale de los cojones. Lo más glamuroso que verás aquí será el cadáver maloliente de un soldado con ínfulas en un descampado cerca de un aeropuerto.
Casi podría decirse que también la serie tiene impresa una filosofía nihilista increíblemente brutal. Nada tiene sentido ni lleva a ninguna parte, ninguna de las muertes y asesinatos que se suceden durante la serie obedece a una razón superior concreta y la vida de los protagonistas e implicados suele estar estancada y sin dirección alguna. Pero todos los protagonistas se mienten a ellos mismos pensando que quizá lleguen a la cima, o que los que están en la cima, (Como el propio Tony) llegarán a viejos mientras tanto. Es una gran nada, un anquilosamiento existencial que no conduce a nada más allá de un perdigón del 12 en el pecho, en donde los personajes se creen que llegarán a capitanes cuando se han tirado más de la mitad de su vida sirviendo bocatas a su jefe. Y para colmo, cuando los personajes de la serie se han tirado toda su vida tratando que no les matasen, mueren de un infarto en el cagadero o les sobreviene un cáncer y la diñan igual de indignamente. Es un patadón existencial que David Chase ha clavado con demasiado tino.
Y esta filosofía desmitificadora queda reforzada fenomenalmente bien con todo el aire deconstructivo y casi de metacomentario que se hace sobre el cine y la ficción de la mafia desde el primer capítulo. Toda la serie está plagada de referencias al cine, series y toda clase de obras de ficción dedicadas al mundo del hampa con el firme objetivo de reírse y ridiculizar todo lo que representan. Y especialmente de dejar tácito lo absurdamente alejadas que están de la auténtica realidad de la mafia. Quizá lo consideréis poca cosa, pero el ver como Silvio, el Consigliere de la banda de Tony, está constantemente imitando y ridiculizando la escena más famosa de Al Pacino en El Padrino III, deja bien claro lo fuera de honda y la poca puta idea que tiene le cine sobre la cosa nostra.
Eso a fin de cuentas es otra de las mayores fuerzas de la serie, ese espíritu autoconsciente y crítico consigo mismo. Que sabe de sobra el marco donde se ambienta, que sabe de sobra que, tu, el espectador, estas aquí porque te has empachado de cine de gangsters y te crees que vas a ver más de lo que este te tenía acostumbrado. Y la serie, casi rompiendo la 4ª pared te muestra incontables referencias de clásicos de su cine, de celebridades de esa clase de cine (Que ves hasta directores como la talla de John Favreau o hasta el mismísimo Scorsese) aclarándote de un mazazo en la cara que aquí se mandan a la mierda los convencionalismos y topicazos del género, para mostrarte una completa reversión y reinvención de la realidad del hampa que se ríe de la propia ficción creada sobre el hampa. No hay nada mejor para deconstruir el cine de mafiosos, que ver a dos mafiosos hablando de lo mal que está el cine de mafiosos.
Y algo de lo que escasamente se valora de esta serie, es lo introspectiva, cercana y profunda que es de cara a sus personajes. Los Soprano puede presumir de ser de las pocas series que nos dejan adentrarnos en las profundidades de la mente de sus protagonistas. Y ojo, no me estoy refiriendo al principal “gancho” de la serie: El que Tony vea a una psiquiatra y le cuente sus devenires personales (Que también). Sino que la serie tiene gusto y maestría por mostrarnos todos los intereses, motivaciones y pasiones de sus protagonistas. Y esa introspección psicológica que nos acerca a la mente de todos los personajes que la pueblan, es un testamento de lo humana que es esta serie y de las múltiples interpretaciones y lecturas que nos suscita. Aquí no hay personajes planos, ni situaciones que puedas juzgar como blanco o como negro, no hay un maniqueísmo barato, porque hasta en las más atroces de las acciones y las más salvajes de las situaciones, tenemos la interpretación y perspectiva de cada uno de los implicados.
Siempre hay un relativismo absoluto en cualquier situación que proponga la serie, porque desde el primer momento comprendes los intereses, motivaciones y fuerzas que movieron a los personajes a dicha situación. Y solo tú serás el que lo pueda juzgar con cada capítulo. Al igual que con Breaking Bad, Los Soprano son de esas series en las que disfrutas discutiendo con tus colegas juzgando las acciones y decisiones que han tomado los implicados en ella. Y eso es algo que adoro, porque es el testamento de una gran serie: El tener una profundidad y una complejidad, no solo con sus personajes, sino también con las circunstancias y eventos que esta evoca. Personajes y tesituras que puedes juzgar, comprender, identificarte o justificar.
Y obviamente esta profundidad e introspección psicológica tan brutal se muestra en todo su esplendor en el personaje de Tony. Con Tony somos testigos de su experiencia, de su perspectiva de la vida, de su modo de ver y hacer las cosas. Somos partícipes de sus pasiones, de sus desasosiegos, de sus ambiciones, de sus deseos… Después de haberse cargado a un gangster rival y haber arrojado su cuerpo a la bahía. Esas cosas crean un extraño y a la vez genial contraste que se vuelve seña característica de la serie. Los Soprano es una serie que, a través de su protagonista, nos muestra la brutalidad y crudeza del lado más decadente de la mafia y luego nos invita reflexionar y meditar adentrándonos en la psique de sus protagonistas.
Por no hablar de que, gracias esta filosofía, la serie nos regala sus mejores momentos abrazando completamente el surrealismo, la locura y la follada mental a través de los sueños de Tony. Maravillosas idas de olla que desafían la lógica y el raciocinio, que nos muestran de lleno las preocupaciones, ambiciones y ansiedades más profundas de su protagonista y que casi llegan a extremos Lynchianos. Tales sueños son un giro muy psicoanalítico en donde nos pondremos a buscarle su sentido y donde disfrutaremos viendo como nos follan la mente al ser toda una extravagante hermosura de ver. Os lo juro por lo más sagrado, el capítulo “The Test Dream” es una experiencia tan extraña como fascinante que os tenéis que hacer el favor de ver.
Pero este acercamiento más humano y natural hacia sus personajes, va mucho más allá de la introspectiva psicológica que nos muestra y, de hecho, es uno de los mayores logros de la serie, algo que no ha podido replicar ninguna otra hasta la fecha: La involución y traición constante hacia ellos mismos. Una filosofía que va en contra de lo que todas las series actuales quieren alcanzar, y precisamente aquello que la hace conservarse con tanta originalidad y frescura. Mientras que el resto de las series buscan evolucionar a sus personajes, atravesarles por cambios que les hacen desarrollarse, aquí todo lo contrario. Tenemos personajes que no paran de pecar en sus mismos vicios, que no parar de cometer los mismos errores y se traicionan esperando cambiar y que se engañan a sí mismos pensando que han cambiado. Mientras que la serie no para de engañarnos, a nosotros los espectadores, haciéndonos creer que estos evolucionarán, cuando en realidad están degenerando en sus peores versiones. Y no hay nada más humano que eso.
La hipocresía es el valor humano más absoluto. Y la serie no se corta en dejárnoslo claro. Miserables que creen respetar sus códigos éticos autoimpuestos, pero que no paran de traicionar cada vez que se les presenta una oportunidad. Gentuza que trata de justificar sus execrables actos al margen de la ley, construyéndose su propia ley, la cual no tardan en romper y en prefabricarse otra que les siga excusando sus barbáricas acciones… Y como os he mencionado, esa es la auténtica esencia del ser humano: Traicionarse a sí mismo y autoconvencerse de que en realidad lo está haciendo de puta madre. No puede haber una aproximación más realista y cercana a la esencia del hombre. Y tenemos cientos de personajes en la serie que así nos lo muestran.
Chris Moltisanti predica el llevar una vida sin Alcohol ni drogas, yendo a Alcoholicos anónimos y vigilando con rigurosidad no probar ni gota. Pero a la mínima ocasión que se le presenta una frustración o una ligera putada, vuelve a meterse por la nariz la mitad de Colombia y a empaparse en alcohol. Carmela Soprano siempre habla de abandonar a Tony por sus excesos y que ella es algo más que una esposa florero, pero en cuanto le llenan sus bolsillos de pasta y su cuello de abalorios se calla la puta boca. Janice Soprano, la hermana de Tony, dice ser una mujer respetuosa con el mundo que predica valores de amor libre, paz y comprensión, pero en realidad es una auténtica psicópata que se aprovecha instrumentalmente de los demás en cuanto ve que pueden tener algo que la interesa. Todo el mundo dice ser algo que no es, todos tienen intenciones ocultas y todo el mundo es infiel a sus propias convicciones.
Y una vez más Tony es el mayor exponente de esta actitud. Tony es un hombre que presume tener firmes convicciones y códigos éticos que pregona cumplir, y que en realidad no para de romperlos y traicionarlos cada vez que se le presenta la ocasión. Dice ser un esposo devoto que respeta la institución del matrimonio, pero no para de tener queridas y de follarse a todo aquello que respire y tenga un agujero entre las piernas (Arruinando varias vidas con ello). Habla de ser un hombre juicioso y para nada temperamental, pero pierde la cabeza en seguida convirtiéndose en un psicótico impredecible que puede matar a cualquiera por la más simple de las discusiones. Pregona que es un tío limpio que no bebe ni se mete drogas y comforme avanza la serie acaba chutándose más hierva que la del Vicente Calderón.
Y, sobre todo, presume a su psiquiatra de ser un hombre íntegro y que tiene buen corazón cuyas circunstancias le obligan a hacer lo que hace, Pero en realidad es él muchas de las veces el que da pie a dichas circunstancias. Algo de lo que su propia doctora al final acaba por darse cuenta. La doctora Melphy cae en la resolución de que en realidad Tony es un criminal que no busca ser una mejor persona, sino utilizarla instrumentalmente para descargar sus presiones y tensiones del día a día como capo de la mafia y encima lograr mejores técnicas para embaucar a la gente, tal y como lo lleva haciendo con ella.
Aunque para mí personalmente el ejemplo más interesante de esta tendencia es el de Tony Blundeto, el primo de Tony. Porque su historia es la que contiene una las reflexiones criminológicas más profundas de toda la serie: La cuestión de la rehabilitación. La serie con Tony B nos lanza la pregunta: “¿Realmente se llegan a rehabilitar por completo los delincuentes?” Tony B es un hombre que sale de la cárcel completamente renovado, con ganas de ganarse la vida honesta y legítimamente, con una motivación férrea por alejarse de la delincuencia, volar recto y salir adelante dentro de la ley. Y así parece que lo hace durante la mayor parte de la temporada, pero como era de esperar en Los Soprano, pronto las tensiones y presiones de la dura vida de trabajador honrado pueden con él y manda a la mierda todo lo bueno y puro que tanto le había costado conseguir y abraza por completo su antiguo yo delincuente. Dejándonos claro con un tremendo mazazo al estilo de una tragedia clásica que el tiempo se mueve, pero nadie cambia.
Los Soprano certera y cínicamente nos plantea que, una vez que una persona ha saboreado la vida fácil, la vida en la que se ha hecho una fortuna a base de robar y extorsionar, ¿Podría realmente mantenerse en una vida honesta pero dura en la que no ganaría una mierda? La serie no tarda en respondernos a ella con una visión tremendamente trágica y pesimista. Y aunque yo no esté conforme del todo con esta idea por todo lo que he estudiado, no deja de ser una de las introspecciones criminológicas de mayor valor de la serie que, al mismo tiempo abraza y complementa una de filosofías más crudas y sensacionales de la serie: El valor absoluto de la hipocresía humana, elevado a la enésima potencia en el decadente y desmitificado submundo criminal. Creo que eso es la mejor manera posible de definir toda esta serie.
Y si estamos adorando todo lo que esta serie simboliza, es imposible no hablar de su magnífico y a la vez polémico final. Una simple escena cotidiana con un abrupto cierre a fundido a negro, puede simbolizar muchas cosas. De entre ellas un parapolla cataclistico y una hijaputada mayor a muchos espectadores que se comprende perfectamente. Pero para mi, como para muchos otros fans, es un ejercicio de absoluto genio porque nos obliga a destripar hasta el último fotograma de dicha escena como detectives conspiranóides tratando de conseguir desgranar lo que nos quiere evocar sutilmente el director. Y me encanta porque por una parte es un final que, si lo llegas a pensar de esta forma, llega a ser inteligente, porque no nos toma por idiotas y nos apremia a analizarlo detenidamente para sacar nuestras propias conclusiones. Y por otra porque es precisamente un final que logra ofrecernos muchas interpretaciones y reflexiones distintas no solo acerca del destino de Tony, sino acerca de todo lo que la filosofía de la serie y su visión del mundo nos ha querido transmitir. Es un final que abre mucho a discusión y debate, pero en el buen sentido. Del que nos mueve a reflexionar y disfrutar discutiéndolo con colegas, de los que casi mueve el pensamiento.
Y creo que ya con eso no se podría decir nada más. Los Soprano es una serie que aparte de regalarnos la visión más cruda, desmitificadora y deconstructiva de la mafia, es también un estudio de personaje constante, con una filosofía intimista, psicológica e introspectiva que valiéndose de esto nos ofrece la perspectiva más atípica y original que haya ofrecido una serie hasta la fecha. Casi podría calificarse como una serie onírica y surrealista por aquellos geniales y a la vez pinzadísimos capítulos protagonizados por los sueños de Tony. Los Soprano puede verse perfectamente como el acercamiento más humano y atípico a una de las realidades delictivas que más ha distorsionado e idealizado el cine. Pero también como un magnífico ejercicio de fenómena narrativa, desarrollo de personajes y experimentación directoral y tonal, que sirvió de ejemplo y pilar base para las series actuales… En el que da la casualidad de que va de mafiosos… Vamos, que… Es algo mucho más que una serie de mafiosos.