Una magnifica reflexión sobre la evolución del superhéroe, la dualidad y su moralidad compleja acompañada por una disección quirúrgica del cómic por mi estimado colega Trax_ Ash. Disfrutad:
El superhéroe, desde su misma concepción, ha venido presentando ciertas características propias de su ser.
No es algo malo per sé: el superhéroe se rige mediante estos cánones y mediante éstos cánones podemos identificar y trabajar al superhéroe.
Los artífices de éstas bases que hoy entendemos como el superhéroe moderno son el trío calavera de la Casa de las Ideas: Stan Lee, Jack Kirby y, por último, Steve Ditko. Ellos tres crearon al superhéroe Marvel, y aunque más de uno podría escribir sendos artículos de lo diferenciado que es el modelo Marvel del de DC, lo cierto es que su forma de plantear al héroe americano infectó a la compañía rival hasta el punto de tener que adaptarlo. No hay nada de malo en ello, pero ahora Batman es mucho más “Marvel” que aquel detective privado de disfraz ridículo que ideaba Bob Kane.
Queda así pues fijado el superhéroe dentro de unos estándares, según los cuales podemos crear un amplio plantel de personajes creativos para que el público se identifique con ellos. Y excepto contadas ocasiones, hay un elemento que es indivisible del superhéroe marveliano, la diferencia entre el héroe y el hombre tras el héroe o, dicho de otra manera, la dualidad a la que se enfrenta todo superhéroe.
Por norma solían ser personalidades muy marcadas, pues esto eran las Amazing Fantasy, y el lector tenía que soñar con estos héroes grecorromanos reconvertidos para el público actual. ¿Quién iba a imaginar que el empollón e introvertido Peter Parker era en realidad Spider-Man, el superhéroe más bromista y “tu amistoso vecino”? ¿O que el atractivo y multimillonario Bruce Wayne era en realidad el cruzado enmascarado, terror de la más baja escoria criminal?
Dualidades ampliamente marcadas, sí, de las que sólo lograban librarse aquellos que se anteponían a la máscara y se volvían el símbolo que ahora eran. No hay diferencia entre Steve Rogers y el Capitán América. Ambos son el Boy Scout de los Estados Unidos. La identidad se antepone al héroe, la transformación es total. No es el hombre que desarrolla al héroe, es el hombre volviéndose el héroe.
Es importante todo esto y aquello porque mucho se habla de Born Again y de lo que cambió los cómics. Spoiler, sí que lo hizo, pero a menudo se tiende a decir que por las razones equivocadas.
Y es que, si bien Kurt Busiek iniciaba su Astro City clamando a la sociedad de los 80s que, por favor, dejasen de buscar la deconstrucción que Miller y Moore habían plasmado en sus obras magnas, yo lo clamo con él, porque éste Born Again, queridos lectores, no es la deconstrucción de nada, sino el afianzamiento del mito del superhéroe marveliano ya que, como habrán observado los lectores del cómic, no está dedicado el último capítulo del cómic al bueno de Kirby por nada.
Mucho se ha hablado de la obvia referencia de simbolismos cristianos en la obra, y es que si bien han acompañado a Matt Murdock desde que Frank Miller tomara las riendas de la colección, en Born Again cobran mucha más fuerza y se dejan ver tanto en lo narrativo como en lo visual: desde un Matt Murdock que, al igual que su vida física y psicológica, se va encogiendo al inicio de cada capítulo para al fin, resucitar; hasta un Kingpin que ejerce de un diablo tentador y siempre rostro del pecador, pasando por la más que obvia figura de San Pedro y su triple negación en forma de periodista cohibido hasta esa representación de La Piedad, de Miguel Ángel dibujada y entintada espléndidamente por un Mazzucchelli en estado de gracia.
Por eso y por mucho más, vamos a pasar por alto el cristianismo de la obra: porque mucho se ha hablado y repetir por repetir, forma un tedio innecesario al lector.
A lo que sí que hay que volver es a lo ya mencionado en las primeras líneas: la dualidad del superhéroe. Daredevil no es ajeno a ella, y en su caso es mucho más que obvia. Matt Murdock, abogado ciego que se atiene al sistema judicial para encarcelar a todo tipo de criminales, en realidad es El Hombre Sin Miedo, el justiciero enmascarado que combate el crimen de Hell’s Kitchen con la violencia como método.
Partes enfrentadas como ninguna otra, ya que, si ambas persiguen el mismo fin, Murdock trata de alcanzarla a través del sistema y Daredevil en cambio a través de saltarse el sistema.
Con esto de la dualidad es donde brilla Born Again, la que se ha descrito como historia conclusiva del personaje. ¿Cómo se escribe una historia conclusiva en una serie regular que se atiene al modelo marveliano y que, por norma, tiene en ésos cánones que mencionaba la perpetuación eterna de la misma?
Miller lo plantea de forma simple. La dualidad muere y una unidad se alza de entre las cenizas. Lo que busca es matar todo lo que ha supuesto la colección, lo que suponen ciertos de esos cánones para que se adquieran nuevos. Se busca romper y establecer como norma lo roto.
¿Por qué, lo primero que pierde Murdock es el derecho de ejercer la abogacía? Porque si ambas partes deben de unirse, una debe de ceder. Daredevil no puede operar dentro del sistema, por lo que Murdock debe de abandonarlo. Matt deja de ser abogado, pero se libera. Esto viene representado por una síntesis visual maestra: Matt aparece por primera vez en una cama de sábanas azules y suele portar traje o ropas de éste color. Así pues, establecemos colores: Murdock, azul; Daredevil, rojo. Por ello la última página nos enseña a un Matt que lleva pantalones azules con una sudadera roja. La unión se ha realizado y la dualidad desaparece.
Otro ejemplo en el que se percibe el cambio sufrido en el personaje es cuando Daredevil se reúne con el Capitán América en una azotea, y éste primero porta ropas de paisano. El símbolo que es héroe unitario reconoce al superhéroe en su otra faceta; dicho de otra manera, la dualidad se pierde y la profetiza la unión en sí misma.
Es curioso también que los Vengadores que aparecen en el cómic son todos unión y ninguno dualidad: estamos ante un cómic donde el superhéroe da un paso y avanza en el concepto de serie regular tradicional.
Kingpin sabe que Matt es Daredevil, pero ya no importa. Al intentar romper a los dos, ha conseguido que resuciten, que sean purgados y se vuelvan uno. Algo cambia en la serie, algo impensable de cara a otros antagonistas de otros superhéroes, y es que éstos primeros conocen la identidad de los segundos. Ahora ya no busco atacar al álter ego de Matt Murdock, ahora le pongo cara al Hombre Sin Miedo, y ataco a la misma persona.
Y es que Born Again es, se mire por donde se mire, un cómic donde la dualidad está más que presente (el sueño americano, representado en su expresión más pura con el Capitán América, y como su caricatura más desagradable con Nuke). Kingpin es pues, alguien que oscila entre dos realidades, la del empresario que quiere codearse en la élite burguesa, y la del jefe mafioso que controla todo el juego y crimen de Nueva York. Al final Daredevil gana en su resurrección triunfal, porque la derrota no es física. Es como la de Murdock planeada por Kingpin, mucho más pensada, ya que a Fisk se le priva de su realidad, su ansiado sueño de ser un empresario respetable y se le da la triste imagen de mafioso cruento. La ironía es que Kingpin, en su deseo de romper a su antagonista, lo que consigue es romper su dualidad.
Algo muere en éste cómic, pero algo permanece vivo. En esta obra nace verdaderamente un hombre sin miedo, porque Murdock abandona la dualidad y abraza una nueva realidad donde Daredevil es él como símbolo. Con un nuevo trabajo y operando fuera del sistema, Matt renace como superhéroe, porque consigue romper los cánones de Marvel e instaurar un nuevo mito en su leyenda. Born Again no deconstruye nada, pero no le hace falta. Éste cómic mata al superhéroe Marvel y lo devuelve a la vida como algo nuevo, fresco y pleno en esencia.
Como un hombre sin miedo al mañana.