EN MEDIA HORA LA MUERTE DEL RATON

México, año 1982, mi hermano y yo acabamos de comprar unas pegatinas o calcomanías con símbolos nazis, nos deleitamos pegándolas en nuestros soldados de juguete alemanes de la segunda guerra mundial para darles un toque más sensacional y realista, una esvástica por aquí, una cruz de hierro por allá… Nuestro padre nos sorprende en la maniobra, nos dice que debemos evitar hacer uso de dichas pegatinas porque no representan algo bueno, y que al día de hoy, muchas personas se pueden sentir afectadas de ver esas imágenes; con seis años, supongo que no se me puede explicar nada más.

Años atrás, en 1978 el caricaturista Art Spiegelman, radicado en los Estados Unidos de América, con lápiz en mano y después con una grabadora, comienza a interrogar a su padre Vladek Spiegelman, sobre los hechos que experimentó cómo sobreviviente del holocausto nazi.

En el año 2007, el escritor mexicano Francisco Martin Moreno, es citado por su tío en un restaurante en la capital mexicana: además de ahondar sobre detalles desconocidos de su padre y su familia paterna víctimas de la persecución franquista, le suelta una bomba: el apellido de su madre no es “Biehl” a secas, sino Bielschowsky, la verdad que su abuela, madre y el mismo han mantenido ocultos, es que ellos son judíos, y que su familia materna fue víctima del exterminio nazi.

En 1998, a los doce años, me encuentro de entre los libros de mi padre, con “Los hornos de Hitler” de Olga Lengyel, lo leo con más morbo que desaprobación, supongo que me falta muchos años para madurar; pero en retrospectiva creo que tampoco puede culpárseme, no cuando en mayo del 2011 el Director de cine Lars von Trier asegura que simpatiza con Hitler, y que apenas en octubre de 2012, puedes comprar en Amazon rompecabezas de los hornos crematorios del campo de Dachau.

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Albert Spelgman, en un claro alarde de maestría e imaginación literaria, determina que la mejor manera de contar  la historia de su padre es escribiendo y dibujando un cómic, sirviéndose de una composición de viñetas bastante conservadora, relata las desventuras de su padre a blanco y negro, y lo que es más inaudito: las nacionalidades y razas son identificadas con especies animales de forma humana: ratones, gatos, cerdos, perros, ranas, etc.; el resultado es una serie de entregas publicadas periódicamente en la revista Raw de 1980 a 1991, la primera parte titulada “Mi padre sangra historia”, la segunda, ‘Aquí empiezan los problemas”, y que conforman la obra llamada Maus. Esta obra tiene el privilegio de ser el primer y único cómic en ganar un premio Pulitzer.

Francisco Martin Moreno decide plasmar además de las memorias transmitidas por su tío –quien fallece a las pocas semanas de la confesión–, la investigación realizada en Europa, Israel y Marruecos, donde se narra las desventuras de su familia paterna española y las de su familia materna alemana; el resultado es el último libro de este autor titulado: En media hora la muerte», su libro número dieciocho. Martin Moreno no ha ganado ningún premio Pulitzer, pero en un país cuyo promedio de lectura anual es de 2.8 libros por habitante al año, ganarse la vida como escritor vale más que cualquier presea: se encuentra en el cenit de su carrera literaria al haber publicado Arrebatos Carnales I, II y III, una serie de entregas donde se narra la ficción de personajes históricos de México: nada como leer a los héroes nacionales haciendo el trenecito del amor y la esvástica invertida –la posición sexual, nada que ver con el nazismo-.

Por mi parte, yo he tomado la decisión de contarles sobre estas dos obras en una misma entrada, por su notoria semejanza, no sólo porque tratan del mismo tema, sino porque las dos son de corte biográfico, y porque ambas tienen curiosos parecidos: Maus es una historia en la que se narra que el génesis del nacimiento de autor yace en el hecho de que su padre se casa con una mujer fea, con problemas de depresión –comunista, Dios nos agarre confesados –, pero lo más importante es que es hija de un hombre judío de negocios millonario. En media hora la muerte se narra que la génesis materna del autor se encuentra igualmente en que su abuelo se casa con una rica heredera judía, engreída y frígida, que adopta a sus hijos porque eso de parir es para mujeres de más baja categoría. Igualmente los patriarcas de estas dos las familias Zylbergberg y Bielschowsky, aunque separadas, creen que su dinero los mantendrá a salvo del holocausto: ambos estaban equivocados.

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Desde hace tiempo atrás había escuchado grandes cosas en torno a Maus, pero nunca había sido publicada en mi país, y cuando fue lanzada, su elevado costo me hacía diferir su compra; sino hasta que me fue regalado y no tuve pretexto para demorar su lectura. En Media Hora la Muerte fue un libro que compró mi esposa interesada por la sinopsis de la obra, de modo que ambos títulos llegaron a mis manos en forma gratuita, en este mismo año 2015.

Han corrido los años y los ríos de tinta en relación al Holocausto, a pesar de ello no es raro que muchas personas lo ignoran o simplemente no les interese; también pasa que la historia de va transgiversando, o bien se conoce lo ocurrido, pero NO SE COMPRENDE en toda su magnitud u horror, o bien va considerándose como un mito, algo que pasó o que fue inventado, a tal grado que según entiendo en Alemania, Francia, Bélgica, Suiza, Israel, Eslovaquia, República Checa, Lituania, Polonia, Canadá, Nueva Zelanda, Rumania y Sudáfrica, entre otros, constituye un delito NEGAR LA EXISTENCIA DEL HOLOCAUSTRO. Por estas razones nunca está de más leer de primera –en realidad segunda—mano lo que pasó para apreciar los hechos en su justa dimensión. En este momento recuerdo lo dicho por un familiar en el sentido de que los Judíos tenían la culpa de lo ocurrido, porque no se defendieron; también tengo presente que en los días en que escribo esta entrada me topo con una camioneta pick up roja con una calcomanía de la esvástica nazi en la parte trasera del vidrio de la cabina, y de su conductor que desciende con un tatuaje con el mismo signo en su brazo; leo en las noticias de yahoo que una escuela de mi país presentó en un concurso de bailes, un montaje con banderas nazis; y tengo presente que un joven compañeros de trabajo afirma que también admira a Hitler. Supongo que como publicista Goebbels debió ser una maravilla, a tal grado que no obstante lo ocurrido, la gente sigue queriendo asociarse a la “marca” de estos actos abominables, será  que puedes ser todo lo bestia que quieras mientras te vista Hugo Boss.

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De acuerdo a la página oficial de la Editorial que lo publica, “Maus es la biografía de Vladek Spiegelman, un judío polaco superviviente de los campos de exterminio nazis, contada a través de su hijo Art, un dibujante de cómics que quiere dejar memoria de la aterradora persecución que sufrieron millones de personas en la Europa sometida por Hitler y de las consecuencias de este sufrimiento en la vida cotidiana de las generaciones posteriores. Apartándose de las formas de literatura creadas hasta la publicación de Maus, Art Spiegelman se aproxima al tema del Holocausto de un modo absolutamente renovador, y para ello relata la experiencia de su propia familia en forma de memoria gráfica, utilizando todos los recursos estilísticos y narrativos tradicionales de este género y, a la vez, inventando otros nuevos. La radicalidad narrativa de esta obra marcó un antes y un después en el universo de la novela gráfica, y por ello Maus obtuvo el primer y único premio Pulitzer otorgado a un cómic.”

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Maus es un comic a blanco y negro, de casi trescientas páginas, que emplea una composición promedio de ocho viñetas cuadradas por hoja, aunque de vez en cuando hace uso de unas pequeñas splash pages. Su maestría es su capacidad para contar múltiples historias en forma simultánea: por un lado narra la tensa relación presente entre el autor y su padre, un anciano que exhibe un sinnúmero de “defectos” propios de la edad avanzada, en la que las manías se exacerban a niveles que rayan en lo ridículo: me causa gracia la anécdota relativa a que Vladek Spiegelman deja prendida la hornilla, dado que el consumo del gas va incluido en el alquiler y no afecta su economía esta situación, mientras que usar una cerilla para encender la hornilla, que él tendría que pagar de su bolsa, si implicaría un gasto. Por otra parte el comic aborda los sentimientos del autor con motivo de la muerte de su madre, así como los que nacen a partir el éxito de la primera parte de la obra, acosado por el éxito y por los reflectores que posan los ojos en el comic a manera de guía moral, cuando el autor sólo quiere contar una simple historia. La trama principal se centra en Vladek Spiegelman en su juventud, vida amorosa –aunque su hijo prometió no revelarla–, compromiso y posterior matrimonio; para luego centrarse en el breve episodio que implicó su participación en la defensa de Polonia dentro del servicio militar ante la Blitzskrieg, su captura y vida como prisionero de guerra, su liberación, la vuelta a su hogar, la paulatina segregación como judío, su concentración en guetos, el periodo de vivir escondido a lo Ana Frank, y finalmente su captura y remisión a Auzchwitz, que se aborda en el segundo libro, apenas en su primer mitad, porque gracias a esta obra, advertimos que el peligro para los sobrevivientes de los campos no acabó en dicho sitio, sino que cercano el fin de la guerra, los prisioneros fueron obligados a abandonar los campos en una marcha de muerte que tenía como finalidad continuar el trabajo de exterminarlos prácticamente hasta el último momento.

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La Sinopsis de “En media hora la muerte”, de acuerdo a la página oficial del autor es la siguiente: “Un desconcertante secreto de familia es revelado y con ello da inicio un impactante viaje al pasado. De las calles soleadas de Madrid y Valencia a la dureza del exilio en Francia, las atrocidades de las cárceles franquistas y los campos de concentración alemanes; del Berlín con ecos de la Belle Époque al exotismo de Casablanca, en Marruecos, y luego al México en ebullición de los años cuarenta, En media hora…la muerte es una extraordinaria saga familiar que deja al descubierto los detalles más escabrosos de una época tormentosa. En este dramático recorrido a través del tiempo, el autor descubre los acontecimientos que marcaron su historia personal al narrar por primera vez los sucesos que orillaron a sus padres y abuelos, todos europeos, a abandonar contra su voluntad sus países de origen. La novela más sincera, personal y sobrecogedora de Francisco Martín Moreno que, de la mano de los hechos históricos que marcaron el siglo XX, explora profundamente la increíble capacidad del ser humano para reinventarse en su lucha por sobrevivir y darle un sentido al horror y al dolor.”

En Media hora la Muerte es una novela escrita en una prosa simple –que no simplista—y digerible, sin mayores adornos ni descripciones, excepto en la parte donde se describe a México, sus aromas y folklor. se centra por una parte en la familia Paterna de Martín Moreno en los últimos días de la Segunda República Española y el inicio de la Guerra Civil, de cómo esencialmente sus miembros –En su mayoría Republicanos– tuvieron que salir huyendo a Francia o a Marruecos para no ser asesinados por el bando sublevado o nacionalista, terminando en campos para prisioneros mientras los ejércitos del Eje devoraban Europa y pretendían engullirse el mundo. Por la otra, narra la historia de la familia Materna y Alemana del autor –y tristemente judía–, que bajo el liderazgo del magnate y patriarca de la familia  Bielschowsky, se convirtieron en “amigos” del propio Goebbles, y proveedores de calzado militar para el ejército Alemán, hasta que la suerte o la paciencia de los depredadores nazis se acabó y echó el guante a la fortuna de la familia, remitiendo a sus miembros a Auzchwitz. Los miembros huidos de ambas familias convergerían en México, donde enlazarían sus destinos. En tales condiciones, el nacimiento del autor producto de una familia judía alemana y de otra española republicana, se hace tan improbable o milagroso como el nacimiento de Espectro de Seda en los Watchmen.

Como he referido estas obras tienen en común el mismo tema: las aflicciones –llamarlas aventuras seria pecar de frívolo– de varias familias víctimas de la persecución de regímenes causa de su religión o preferencias políticas. Sin embargo Maus se distingue de EMHM en el hecho de que sus protagonistas prácticamente ni siquiera juzgan a sus verdugos, la historia trata sobre el cómo sobrevivir y punto, no por nada el subtítulo de la obra es “Relato de un sobreiviente”; Vladek Spiegelman sufre, pero no se queda atrapado en su dolor, nunca pierde el tiempo es cuestionarse sobre lo inhumano de su condición, la bestialidad de sus perseguidores, ni siquiera de quienes lo traicionan, ese pragmatismo literalmente será lo que le permitirá sobrevivir, y en Maus no existe mayor crítica al nazismo que precisamente la narración de todo lo que hizo para sobrevivir.

En contraste la novela del autor mexicano si bien es cierto trata los eventos de supervivencia, no puede abstraerse de utilizar la voz de sus protagonistas, para convertir la obra en una novela de denuncia en contra del propio pueblo alemán que comulgó con el nazismo, los diversos gobiernos como el Ruso, el Inglés y el Francés, que dejaron que los nazis rompieran el Tratado de Versalles, se expandieran por Austria, apoyaran la ascensión de Franco en  España, y solo alcanzar a reaccionar cuando devoraba Polonia, Checoslovaquia, Holanda y Finlandia; la iglesia Católica que permitió la ascensión del Nazismo en Alemania y otorgaron poderes plenos a dicho partido, para no sólo mostrar indiferencia ante la muerte de los judíos con encíclicas que en pleno siglo XX los hacia “responsables de la muerte de Jesucristo y dueños de su propio destino”, sino facilitar la fuga de los criminales nazis una vez concluida la guerra; al comando  Aliado que una vez ganada prácticamente la guerra no destruyeron las instalaciones de ejecución masiva -hornos, cámaras de gas—“por no ser objetivos militares”, y permitieron que los nazis siguieran realizando ejecuciones masivas hasta prácticamente los últimos momentos de la guerra, así como también permitieron que los alemanes al retirarse se llevarán a los prisioneros de los campos de exterminio para terminar de matarlos en el camino –como se narra en Maus–, mientras se repartían el botín de guerra con miras a la futura guerra fría; con las multinacionales cómo Bayer –a través de una subsidiaria IG Farben– que fabricaron el gas Zyklon-B empleado en las cámaras de gas teutonas y que a la fecha cotiza en bolsa; la Nestlé que financió al partido Nazi y proveyó chocolate al ejército alemán durante la guerra; la BMW que utilizó mano de obra esclava y judía en sus fábricas; la Siemens y la General Electric que construyeron las cámaras de gas de “alta eficiencia”; bueno, hasta el gobierno mexicano que vendió, como es obvio, petróleo al régimen alemán, junto con todos los mexicanos y diversas asociaciones que simpatizaron con los Nazis a lo largo de la guerra: nadie parece ser inocente; vaya hasta incluso Dios sale reclamado, el autor, declarado ateo, aprovecha el título para atacar o denunciar la inutilidad de la fe, con títulos tan provocativos como: ¿Dónde estaba Dios cuando los alemanes consumaron el Holocausto?;  incluso en una escena anti pastoral, en pleno vagón hacia Auzchwitz, un rabino clama que Dios los ha abandonado, en lugar de reconfortar a sus fieles o guardar silencio.

Si es que MAUS tiene un “defecto”, es precisamente su formato conservador y el uso del blanco y negro en vez del color, que puede repeler al lector novato, pero difícilmente me lo imagino de otra forma.

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En Media Hora la Muerte tiene a mi juicio el innegable defecto de que para convertir una novela biográfica en una de denuncia el autor pone en voz de los protagonistas de su novela –personas reales– discursos informativos y propagandísticos, supuestamente reales, que resultan para serles sincero, bastantes artificiales, que me sacaron varias veces de la credibilidad del momento que leía; y es que el autor deberá perdonarme si es que en efecto sus parientes acostumbraban emplear en cartas y conversaciones familiares fechas históricas, nombres de tratados y datos exactos, porque la gente que conozco rara vez o nunca hace esos, sus argumentos para identificar a un grupo son más simples: son unos ladrones, son unos asesinos, son unos salvajes, son unos vendidos, son unos traidores, etc., jamás me he topado con persona alguna que diga tal persona es un ladrón porque en 1992 se apoderó de 72 pesos que están guardados en el tercer cajón, por decir un ejemplo tonto. Finalmente el autor hace uso de su filia literaria favorita: el sexo, y el sexo de los personajes históricos. En un par de pasajes el Papa de turno le pega sus arrimones a una monja: escena tan falsa –porque es 100% imaginada, no porque los Santos Padres no tengas sus pecados carnales– cómo innecesaria, cuando se supone que lo que se cuenta, es lo que realmente aconteció y le fue narrado. En otro pasaje el autor narra cómo tío abuelo de tuvo sus amores con una francesa trepado en un columpio a mitad de un viñedo: dudo que ese tipo de confidencias se hagan a un sobrino, más a uno proveniente de una familia de ‘caballeros’ españoles donde nunca se tiene memoria de las mujeres, mucho menos se cuentan detalles de encuentros íntimos con la esposa, pero el autor tiene fascinación por este tema. Otro elemento que me saca de la lectura es la continua intención del autor en reforzar estereotipos : los malvados tienen defectos físicos –Hitler de constitución frágil, Franco con voz de mujer, Goebbles cojo–, son cobardes, traicioneros, homosexuales –con lo políticamente incorrecto que pueda ser considerado el día de hoy considerar la preferencia homosexual cómo un defecto–, tienen el miembro viril diminuto, o una combinación de todas estas cualidades; en cambio los buenos de la historia, las víctimas solo tienen esencialmente como único defecto ser mujeriegos, cualidad que se glorifica en la novela.

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Curiosamente ambas obras se complementan entre sí para tener perfecta noción de lo que sufrió la población civil perseguida por el nazismo y el fascismo en los turbulentos años previos y durante la Segunda Guerra Mundial, y para que no se olvide o se frivolice lo que pasó, pero sobre todas las cosas para que NO SE VUELVA A REPETIR, saludos afectuosos.