Estamos acostumbrados desde hace algunos años a realizar sistemáticamente las mismas apreciaciones: siempre comparando el hoy con el ayer, intentando criticar duramente el presente o reseñar lo que se ha descuidado, o simplemente lo que ya no se realiza. El tiempo es un mal compañero de viaje en algunos sentidos, y nos opaca, nos vuelve intransigentes. No aceptamos los cambios en muchas ocasiones, porque creemos que lo que funciona lo puede seguir haciendo indefinidamente, y como sabemos, eso no se sostiene. La máquina de movimiento perpétuo es imposible al igual que mantener el mundo del videojuego intacto, amoldado plenamente a nuestros inamovibles gustos, impasible. Por suerte, elegimos cambiar, elegimos adaptarnos y con ello, empezamos a ser más abiertos. Y lo primero que hacemos, es aceptar lo que ya no funciona tan bien.