Cuando la Luna se esconde en las noches más oscuras. Cuando la penumbra absorbe la tenue luz de las farolas de la calle y uno no ve más allá de su mano extendida. Cuando los espectros, monstruos y demonios del averno no se atreven a asomarse al mundo material. Cuando en mitad de la noche mis sueños son abatidos e interrumpidos por el horror, me levanto entre gritos ahogados, bañado en frio sudor y la lengua seca. En esos instantes, en ese preciso momento, una imagen se manifiesta fugazmente en mi mente traída desde mis más profundos traumas: Lego Harry Potter: Años 5-7.
Por eso cuando desde PS Plus me dieron Lego Batman 2: DC Super Heroes, me eché a llorar. No quería jugarlo y solo deseaba que mi sistema aleatorio de elección de juegos nunca eligiera este título. Y por supuesto, más pronto que tarde, me salió para que lo jugara.
Aunque previamente había jugado a otros títulos de Lego con gratos resultados, que el dichoso de Harry Potter fuese uno de los peores juegos que toqué en el 2015, había conseguido que mi confianza en la marca desapareciera. Por suerte, el juego del que os voy a hablar ahora ha logrado que vuelva a apreciar esta franquicia en su justa medida.