La tanatomanía como una fascinación artística. El conde sin rostro, paupérrimo bellaco, atracó con su destartalado barco en uno de los puertos arruinados de Portulano, rodeado de escabrosos riscos y pendencieros correligionarios, tuertos mucho de ellos por otear con iracunda obcecación las torres blancas alzadas en las cumbres de la…