El año 2002 fue un año de cambios en la industria del videojuego. En una época en la que Konami todavía trabajaba con mimo todos y cada uno de sus lanzamientos destaca, naturalmente, Contra: una de sus sagas más clásicas y recordadas, que sin embargo estaba por aquel entonces de capa caída. Contra: Shattered Soldier fue el último bastión del juego arcade en la recién nacida Playstation 2 en una época en la que triunfaban más las experiencias enfocadas a la historia y los vídeos. Pero Konami siempre ha sido una empresa única, que debe parte de su éxito al riquísimo universo que creaba con cada uno de sus juegos. Es así como desde KCEJ, a Nobuya Nakazato se le encargó una tremenda responsabilidad: conseguir que Contra no fuera solo el juego arcade más representativo de aquel año, sino también el que tuviera una narrativa más elaborada y un planteamiento filosófico más profundo. Sorprendentemente, lo consiguieron.
Puede parecer increíble o surreal, pero la profundidad de este título ha sido inigualable hasta el día de hoy, y se puede percibir la influencia de su enfoque en obras posteriores como Braid, BioShock, o incluso el premiadísimo Dark Souls. Shattered Soldier nos explica dos historias: la paralela, que es la que se percibe jugando de forma normal… y la verdadera, cuyo marco narrativo está dinamizado por la propia jugabilidad y todos los elementos escondidos por el escenario. Su grandeza reside, pues, en su doble lectura: uno de los mejores juegos arcade de Playstation 2, sí. Pero también una de las mejores historias que ha visto jamás un videojuego: vedismo y canibalismo se dan la mano para formar uno de los relatos más inolvidables del mundo del videojuego.