¿Cuántos de vosotros habéis derribado barreras culturales, interraciales e interplanetarios para aventurarse en un romance con un extraterrestre en Mass Effect? Gracias a la franquicia de Bioware, tuvimos la oportunidad de poder explorar la experiencia con una asari, un turiano (a ver si habilitáis la posibilidad con un krogan ¡malditos!), etcétera. Ahora podemos vivir un romance con un alienígena en un videojuego pero antes, mucho antes, concretamente en 1991, aunque no pudimos vivirlo ni experimentarlo, sí lo deseamos. En los 90 ya viajamos a otro planeta en la piel de Lester Knight Chaykin, un joven y prometedor físico que debido a un accidente con un acelerador de partículas, debe enfrentarse a peligros y razas desconocidas con las manos desnudas en un planeta del que ni siquiera sabemos el nombre, pero no todo era una amenaza para el desafortunado Lester, porque incluso dentro del caos, guerra y lucha por la supervivencia, también se superpone el amor, el amor que Buddy le dio, no solo para ayudarle, también para salvarle la vida.